En muchas de las charlas que ofrezco a padres y madres siempre les hago una pregunta: ¿Qué sentís por vuestros hijos: simpatía o empatía? Muchos de ellos me miran contrariados porque no saben que significan dichos conceptos o por donde quiero continuar la conversación. Y es que son dos términos que se parecen mucho pero que, en ocasiones, pueden confundir nuestras emociones.
Cuando somos empáticos con nuestros hijos o con las personas que nos rodean lo que estamos haciendo es lo siguiente:
– Somos capaces de ponernos en su lugar.
– Lo entendemos.
– Nos centramos en sus emociones.
– No buscamos la solución al problema, solo lo comprendemos
– No lo juzgamos.
Cuando por el contrario somos «simpáticos»:
– No nos ponemos en su lugar, solo sentimos una inclinación emocional hacía él.
– Queremos buscar una solución al problema sin analizar si es lo mejor para él.
– Llegamos a sentir el mismo estado emocional que la otra persona, llegando a afectarnos y sin llegar a comprenderla.
– Implica compasión
– O bien se suele quitar importancia a la emoción o al problema del otro.
En muchas ocasiones los padres sienten emociones incoherentes e incorrectas como pena, compasión y sobrepreocupación por sus hijos y estas emociones no son debidas a la empatía, sino a la simpatía que sienten por sus hijos.
Todos sabemos que los niños y niñas van a pasar por diferentes etapas en su vida, algunas fáciles de llevar por ellos y otras algo más difíciles. Todo esto forma parte del crecimiento natural y normal del niño ya que es a través de esos estados emocionales que irá madurando y creciendo poco a poco. Aunque en ocasiones eso conlleve tener emociones negativas.
Muchos padres, dentro de esos procesos de sus hijos, sienten tanta «simpatía» por sus hijos, que reflejan en ellos sus propios complejos y sufren demasiado intentando buscar soluciones a sus problemas cuando lo único que pueden haces es comprenderlo e intentar mostrarle las herramientas para que ellos mismos los superen.
Es inevitable la preocupación cuando un ser querido lo está pasando mal pero en ocasiones debemos de controlar esos sentimientos que lo único que hacen es que lo pasemos igual de mal a la hora de atravesar las diferentes etapas como padre de un niño o niña.
Os pongo un ejemplo, imaginaros que una niña de 14 años, en plena adolescencia, con sus pequeñas crisis de baja autoestima y de crecimiento emocional, se enamora. Ella tiene idealizado su príncipe, cree que el amor es de una manera y que en muchas ocasiones va acompañado de grandes actos de demostración de cariño. Pero su amor no es correspondido y ella, dentro de su inocencia, muestra su desgarrador desamor en redes sociales, le falta concentración y llora por las esquinas, si a eso se le une que sus amigas están en el miso estado inestable que ella, aumenta, por tanto su soledad y su falta de comprensión por el mundo.
Nosotros tenemos pues dos opciones:
1. O bien, entendemos que es un proceso normal de su crecimiento y el descubrimiento de nuevas emociones. La acompañamos y la escuchamos e intentamos no despreciar sus sentimientos y la ayudamos a que tenga herramientas para que lo supere, sabiendo que tardará tiempo y vendrá seguido de múltiples capítulos.
2. O bien, lloramos con ella, hablamos con sus amigas, despreciamos sus sentimientos o bien reflejamos en ella sentimientos nuestros. En un intento de ayudarla, lo que hacemos es entorpecer su crecimiento ya que nos parece un problema cuando solo es parte de su crecimiento. La acosamos a preguntas diarias y tomamos medidas inadecuadas creyendo que serán positivas para ella. Olvidando que es ella la que tiene que superar esta situación y no nosotros.
Esto ocurre en muchas ocasiones ya que nos pueden las emociones. Sentimos debilidad y simpatía por los niños y niñas y al final, en un afán de hacerlos más felices, los hacemos más dependientes y con problemas emocionales.
¿Qué podemos hacer para sentir empatía?
1. Intenta valorar la situación: es decir, valora la gravedad de los hechos. En ciertas edades los niños sufren por cosas que nosotros sabemos que no son importantes, pero debes comprenderlos, debes saber que es normal y apoyarlos y darles herramientas para que los superen lo antes posible. No es recomendable quitarle importancia, ni reírse, ni ignorarle. Solo de escucharle y que él mismo busque su solución con nuestra mano cercana.
2. Intenta mantener siempre una misma actitud estable. Eso ayudará a escucharlo y compréndelo.
3. No le des soluciones. Orienta y ofrécele apoyo pero no le soluciones el problema.
4. No reflejes tus complejos personales o traumas. En muchas ocasiones, cuando alguien lo pasa mal, solemos hablar más de nosotros que de ellos, creyendo que así él o ella se sentirá identificado con lo que le está pasando. Hay que utilizar nuestras experiencias pero no siempre. Normalmente cuando alguien lo pasa mal es importante escucharle ya que él tiene más ganas de hablar que de escuchar.
5. Intenta que no centralice tu vida, un error que cometen los padres es que cuando sus hijos tienen un problema, centralizan su vida a su alrededor, acentuando la preocupación.
6. Practica la comunicación asertiva siempre, aunque no haya problemas.
7. Se optimista y generoso en la independencia de los niños. Ellos necesitan caerse para aprender en esta vida. Hoy en día hay muchos problemas emocionales infantiles debido a una gran sobre protección por parte de los padres.
Espero que este breve post os haya sido de utilidad, nos vemos el mes que viene con otros temas de interés.
Mónica Dorado Sampedro
Licenciada en Psicología y experta en “Trastornos del habla en edad escolar”.