[vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Antonio Alberto Fernández

Diplomado en Magisterio, especialidad en Educación Especial. Licenciado en Psicopedagogía y con amplia experiencia en Intervención Educativa en alumnos con discapacidad intelectual.

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Personas con Inteligencia Límite

 

En estas líneas me gustaría reflexionar sobre un sector dentro de las Necesidades de Apoyo bastante desconocido, las personas con DI ligera o Inteligencia límite. Un grupo que padece un grave riesgo de exclusión social por la dificultad de identificación, el desconocimiento social y la falta de recursos especializados para su adecuado desarrollo.

Estas personas se caracterizan por tener un Coeficiente Intelectual entre 70 y 85, siendo la media según la OMS 85-115. Además presentan dificultades adaptativas en diferentes áreas.

Ya que se trata de un colectivo bastante desconocido, algunos rasgos generales pueden ser:

– Ausencia de rasgos físicos aparentes.

– Desfase entre su edad cronológica y la edad mental.

– Falta de iniciativa y limitada capacidad para la resolución de problemas.

– Dificultad para adaptarse a situaciones novedosas.

– Dificultad en la toma de decisiones y la resolución de conflictos.

– Ciertas dificultades en psicomotricidad.

– A nivel intelectual: proceso de aprendizaje más lento (con más apoyos), dificultades en lectoescritura, en el desarrollo del lenguaje, gestión del dinero, habilidades espacio-temporales y algunos aspectos de memoria.

– A nivel social: dificultad en la habilidades sociales, las relaciones afectivas, la asunción de responsabilidades, la iniciativa y la organización del tiempo libre.

– A nivel psicológico: baja autoestima, baja tolerancia al fracaso y a la frustración, más probabilidad de cuadros de ansiedad, miedos, etc., e inseguridad.

Se podría decir que, a pesar de ser un un grupo muy numeroso, se encuentra “en tierra de nadie”, debido a distintos obstáculos. Por una parte, al no presentar unos rasgos físicos característicos, resulta difícil su reconocimiento, a lo que se une la falta de sensibilización por parte de la sociedad, quedando de esta manera “desprotegidos” ante el resto. En el caso de las personas con unos rasgos concretos (como el Síndrome de Down por ejemplo), la comunidad presenta una actitud más benevolente hacia ellos/as. Mientras que en el caso de la Discapacidad Límite, las actitudes recibidas son más hostiles y de rechazo. Pueden tener también dificultades para ser atendidos en los centros educativos de manera adecuada, sobre todo en secundaria, donde se potencian las diferencias y, por tanto, la exclusión. Por otra parte, presentan dificultades en la formación para el empleo y las salidas laborales.

Grosso modo, las personas de este grupo muchas veces están desubicadas por no adaptarse o encajar con lo que consideramos dentro de la “normalidad”, ni con lo que tenemos concebido para las personas con discapacidad.

Ante estos obstáculos se plantean una serie de aspectos para mejorar la situación de estas personas.

– Sensibilización de la sociedad sobre las personas con Inteligencia límite y sus necesidades.

– Elaboración de protocolos o regulación legislativa.

– Adaptar el sistema educativo para equiparar las posibilidades educativas.

– Potenciar los servicios específicos para cubrir los apoyos necesarios que precisan.

– Incrementar los programas de formación profesional, formación pre-laboral y formación ocupacional.

Acorde con aspectos educativos que nos atañen deberíamos:

– Adecuar nuestra metodología a las dificultades que pueda presentar cada persona con Inteligencia límite. Adaptando las actividades a su estilo de aprendizaje.

– Dotar de mayor tiempo en aquellas tareas que sea necesario.

– Entender los aprendizajes como un proceso y descomponerlos en pasos más sencillos.

– Sensibilizar al resto del alumnado en el respeto y la valoración de la diversidad, protegiendo su entorno y favoreciendo la inclusión entre sus iguales.

– Trabajar las habilidades sociales que le doten de seguridad y capacidades para favorecer su integración en la comunidad y la iniciativa.

– Trabajar aspectos de autonomía que le lleven a tener una vida lo más independiente posible.

– Trabajar la autoestima y autoconocimiento.

– Servir de asistencia a las familias y aquellos apoyos naturales que conforman el entorno de las persona con IL.

– Llevar a cabo un papel reivindicativo para mejorar aquellos aspectos que les puedan llevar a conseguir una vida de calidad.

Y, desde mi punto de vista, y como algo esencial y general, tratar de conocer a cada alumno/a (tenga discapacidad o no) antes de prejuzgar y dar por hecho aspectos de los que no tenemos aún seguridad.

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Antonio Alberto Fernández

Diplomado en Magisterio, especialidad en Educación Especial. Licenciado en Psicopedagogía y con amplia experiencia en Intervención Educativa en alumnos con discapacidad intelectual.

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