Los niños más activos físicamente y que se mantienen más en forma tienen una mejor regulación cardiaca que los que son menos activos, según un reciente estudio de la Universidad Oriental de Finlandia que tiene por objetivo concienciar de la importancia de la actividad deportiva en los niños para evitar problemas cardiovasculares en el futuro.
Hasta ahora se había encontrado que la actividad física podría prevenir o posponer el desarrollo de estas patologías. Sin embargo, los mecanismos de los efectos positivos de la actividad física no se entienden por completo.
En este sentido, las mejoras en la función del sistema nervioso cardíaco en respuesta a la actividad física se ha propuesto como uno de estos mecanismos. Sin embargo, hay algunos estudios que relacionan la actividad física y aeróbica con la regulación autónoma cardíaca en niños.
Así, los investigadores de este estudio finés, publicado en el ‘European Journal of Applied Physiology’ han encontrado que un mayor tiempo de sedentarismo y unos niveles más bajos de actividad física y aeróbica se asociaban a un funcionamiento del sistema nervioso cardíaco más pobre a nivel de autonomía en los niños.
Asimismo, también observaron que unos niveles particularmente altos de actividad física activa tenían una fuerte relación con una mejor actividad autónoma del sistema nervioso cardíaco. Una actividad física menos intensa y un mayor sedentarismo en las niñas eran las razones más intensas de una función del sistema nervioso cardíaco más pobre. Estas asociaciones eran independientes de otros factores de riesgo cardiometabólicos.
En el estudio han participado alrededor de 377 niños de entre seis y nueve años. Han medido la regulación cardíaca autónoma a través de la media de variabilidad cardíaca de electrocardiogramas, la actividad física y el sedentarismo a través de una media del corazón y el sensor de movimiento, y una actividad aeróbica a través de un examen de ejercicio físico realizado en un cicloergómetro. Los datos fueron ajustados para la maduración, el porcentaje de grasa corporal, la circunferencia de la cintura, el nivel de glucosa en plasma, los lípidos del plasma y la presión arterial.
«Nuestro estudio da un nuevo punto de vista en la medida en que hemos sido capaces de estudiar el papel no solo de la actividad física, sino también del tiempo de sedentarismo, el ejercicio aeróbico y otros factores de riesgo cardiometabólico relacionados con la actividad autónoma del sistema nervioso cardíaco», ha afirmado el doctor Aapo Veijalainen, de la Universidad Oriental de Finlandia.
Así, concluyen que los efectos beneficiosos de un estilo de vida físicamente activo va más allá de los factores de riesgo cardiovasculares tradicionales y que todas aquellas medidas que apoyen el movimiento en los niños deben ser apoyadas por las administraciones.
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