Los alumnos de ‘El Cole de Celia y Pepe’ practican judo como actividad extraescolar dos días a la semana. Este arte marcial de origen japonés les ayuda a fortalecer el cuerpo y la mente y a adquirir nuevos hábitos de conducta, a través de técnicas para inmovilizar o hacer caer al compañero. Su práctica es beneficiosa para todo tipo de personas, pero en aquellas con algún tipo de discapacidad a nivel motor, cognitivo o social, puede convertirse en una herramienta terapéutica que, además, les motiva y fomenta su gusto por el deporte.
Pilar Nieto es profesora de judo de personas con discapacidad. Imparte clases a adultos con problemas motores en la Fundación Deporte y Desafío y trabaja con niños con trastornos neurológicos en la Fundación Querer. «Mi experiencia con ellos siempre es muy gratificante, ver cómo evolucionan es una alegría constante, porque tú piensas que no van a ser capaces, pero cada día te sorprenden más y lo hacen, evolucionan», explica.
La profesora asegura que el judo, en auge en los últimos años, es un deporte apto para cualquier discapacidad, también motora: «Se puede trabajar en pie y en suelo. En los casos en los que tienen discapacidad en los miembros inferiores o van en silla de ruedas, lo pueden hacer perfectamente porque se les ayuda y ellos utilizan el resto del cuerpo». Además, los judocas -como se denomina a las personas que practican este arte marcial- pueden aprender a combatir o simplemente centrarse en la técnica.
Una clase de judo en un colegio de educación especial
En 2018, la psicóloga y orientadora educativa Clara Sánchez, junto con la Fundación Querer, impulsó el proyecto del judo terapéutico en el ‘El Cole de Celia y Pepe’. Durante estos años, Clara, junto con Pilar y Jaime, han sido los encargados de desarrollar la actividad extraescolar en el centro, dos días a la semana. «Gustó mucho y los niños han seguido, incluso cuando se van del colegio. Para nosotras eso es una alegría constante», comenta Pilar.
Asistimos a una clase de judo con dos niños de este colegio, de 6 y 15 años, y comprobamos cómo siguen todas las indicaciones de la profesora con gran disciplina y esfuerzo y participan en actividades con las que, a la vez que aprenden y hacen deporte, se divierten: «Con estos niños es muy fácil trabajar, siempre están contentos, todo les gusta. Se lo pasan bien y obedecen a las órdenes casi siempre», comenta Pilar.
En este arte marcial japonés es muy importante la disciplina dentro del tatami -superficie cuadrada sobre la que se practica-. Los entrenamientos siguen siempre una misma rutina, dentro de los contenidos variados de cada clase, que a este tipo de niños les ayuda mucho a autorregular su comportamiento. Los alumnos de este colegio siguen la misma rutina que otros niños.
Cada clase comienza con un saludo y un calentamiento, a través de juegos, con los que los judocas se activan corriendo, realizando volteretas y cayéndose: «Es importante que los niños pierdan el miedo a caer al suelo y que sepan contactar contra él sin hacerse daño».
Después, realizan un trabajo de suelo y de pie, siempre de forma lúdica y mezclando combates con juegos, para terminar con estiramientos y un saludo final. «En el caso de ‘El Cole de Celia y Pepe’ hacemos bastante hincapié en que los niños hablen y sepan pronunciar lo más parecido posible las técnicas y los nombres de los saludos, pero lo importante es que siempre lo hagan en el mismo sitio porque así automatizan esas posiciones y las identifican con un nombre. Nos hemos dado cuenta de que así es muy fácil para ellos aprender igual que niños sin discapacidad».
No obstante, cada clase se adapta a las necesidades de cada niño (edad, patología o nivel de activación), para desarrollar su máximo potencial: «A los más activos les puedes exigir que su rendimiento físico sea mucho más largo que a otro que tiene un ritmo más tranquilo, pero lo que hago con estos niños, sobre todo, por sus problemas de lenguaje, es repetirles mucho todo. Lo bueno que tiene el judo es que es un deporte que todos pueden aprender«.
Reconocimiento a su evolución y mérito
Para estos niños cada pequeño avance supone una batalla ganada y, a lo largo del curso, los profesores comprueban su gran evolución. «Lo que más me gusta de dedicarme a esto es ver que alguien que no sabe hacer nada de judo termina haciéndolo y ver que estos niños, que parece que es más complicado que aprendan, aprenden igual. Incluso aprenden cosas como movimientos de defensa personal que me sorprenden, porque en otros sitios no habían sido capaces», comenta orgullosa Pilar.
Los padres y familiares de estos niños constatan su evolución y todo lo que han aprendido en una exhibición al final de curso, en la que reciben una medalla como reconocimiento a su buen comportamiento y esfuerzo durante las clases. Su progreso en este arte marcial también se ve reflejado a mitad de curso, en un examen con el que demuestran las habilidades y técnicas de pie y de suelo que han aprendido y avanzan en su color de cinturón, algo de lo que se sienten orgullosos y les motiva a continuar con su práctica: «Si a todos nos hace ilusión siempre, a ellos también, y ya si les pones una medalla y les subes a un pódium para ellos es una alegría enorme».
Beneficios a nivel motor, cognitivo y social
La práctica de judo genera beneficios tanto a nivel motor, como cognitivo y social. Es un deporte que, según los expertos:
- Mejora la fuerza y los problemas de psicomotricidad fina y gruesa: la coordinación, el control motor y el equilibrio.
- Fomenta la atención y la concentración.
- Ayuda a que pierdan el miedo al contacto físico, común en muchos de estos niños.
- Potencia la interacción social, al tratarse de un deporte individual, pero en el que es necesario siempre otra persona.
- Mejora la conducta.
- Fomenta la sensación de superación y, en consecuencia, mejora la confianza y la autoestima.
«La finalidad del judo es utilizar la fuerza del contrario y ser muy flexible. Tienen que saber hacia donde no se pueden desequilibrar para que el otro no les tire. Hay una serie de juegos donde se trabaja mucho el espacio, el equilibrio, la derecha y la izquierda, las caídas, la forma de agarrar… Al final están siempre buscando los puntos flacos del compañero y, aunque ellos no lo sepan, lo están haciendo», explica la profesora.
Además, aprender a autorregularse y controlar su estado de activación potencia su aprendizaje escolar y su comportamiento en su vida diaria: «Ayuda a que el niño no aplique, por ejemplo, esa fuerza o agresividad en su día a día en el colegio. Hay profesoras que me han dicho que lo notan».
Competiciones e interacción con niños sin discapacidad
A través del judo aprenden a tener en cuenta la condición del otro para medir su fuerza y a fomentar sus habilidades sociales, en ocasiones mermadas en estos niños. Por ello, algunos de los judocas de este colegio participan en diferentes competiciones amistosas con niños sin discapacidad en el club CDE Kouun, en Rivas (Madrid). Compartir con otros niños les ayuda a comprobar sus avances, a aprender de lo que saben otros y a saber comportarse en un ambiente de competición con niños distintos.
«Nosotros hemos notado que evolucionan mucho más rápido con niños sin discapacidad que si haces una competición solo con niños con discapacidad porque si uno sabe lo que tiene que hacer y el otro tiene miedo, pero le tiran una vez y no pasa nada, cuando se levanta piensa que también puede hacerlo», confiesa Pilar.
Los padres también valoran que sus hijos interaccionen con niños sin discapacidad, según la profesora, «porque ven, en el fondo, la finalidad que se persigue, que se integran en la sociedad con la misma normalidad que cualquiera de nosotros».
Al contrincante, además, le avisan de la situación de su oponente y de que, aunque puede hacer todo con normalidad, tiene que tener, quizá, un poco más de cuidado. «A mí también me gusta que el resto de niños vean que hay niños que no están en sus colegios o en su círculo de amistades, pero pueden ser su amigos«, añade.