Son muchas las personas que, por diferentes motivos, lidian con la depresión desde el silencio. Para darle visibilidad, Neuraxpharm ha rodado un cortometraje ‘Danza, Lucía, Danza’, que se estrena este martes, 8 de octubre, en el Palacio de la Prensa de Madrid, en una sesión abierta al público previa inscripción. Una proyección en la que Neuraxpharm estará arropada por entidades como la Fundación Querer, institución con la que cada año lanza una campaña para visibilizar la salud mental.
La depresión es una de las enfermedades mentales más incapacitantes a nivel global. Afecta profundamente el funcionamiento diario de quienes la padecen, impactando no solo su estado emocional, sino también su capacidad para realizar actividades básicas como trabajar, socializar o incluso cuidar de sí mismos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera a la depresión como la principal causa de discapacidad a nivel mundial, con un estimado de 300 millones de personas afectadas, lo que subraya su impacto debilitante.
Hablamos con psiquiatra Javier de Diego, asesor médico del cortometraje ‘Danza, Lucía, Danza’.
¿Cómo surge su colaboración en el rodaje del cortometraje «Danza, Lucía, Danza»?
Al margen del trabajo asistencial en el Hospital de Sant Pau y la docencia en la universidad, he tenido la suerte de colaborar en diversos eventos de difusión y sensibilización sobre depresión y salud mental para médicos en formación y para público general. Así que, cuando Neuraxpharm me propuso la idea de hacer de asesor en este proyecto, me sumé inmediatamente.
¿Qué aportaciones específicas realizó para asegurar que la representación de la depresión fuera realista?
Ha sido un trabajo conjunto entre David Barón, el director y guionista del corto, Thais Tiana, compañera psicóloga, y un servidor. Fundamentalmente, tratamos de huir de los tópicos que rodean a la depresión, como concebirla como una mera reacción anímica a problemas que puedes superar a fuerza de voluntad, o asociarla a personalidades débiles y pusilánimes. Queríamos presentar la depresión como una enfermedad que, además de las consabidas tristeza, falta de placer, pesimismo, apatía, etc… a menudo asocia molestias físicas como dolor o fatiga, muy limitantes y desconcertantes.
También queríamos presentar las dificultades de muchos pacientes para reconocer sus propios síntomas y la necesidad de ayuda. Y dimos rienda suelta a la creatividad de David para encontrar en la danza una metáfora de esa lucha interna del paciente y del propio proceso de recuperación, en un tono esperanzador pero realista.
En el corto, Lucía enfrenta la depresión en silencio, como muchas personas en la vida real. ¿Por qué cree que sigue existiendo tanto estigma en torno a hablar abiertamente sobre esta enfermedad?
Todo problema mental despierta mucha confusión en el que lo sufre y los que le rodeamos. En depresión, el paciente a menudo siente que no hay nada que pueda hacer para mejorar, y los cambios de humor y de conducta (p.e. volverse más callado o sentirse agobiado en situaciones sociales) despierta hipótesis equivocadas en el entorno (“qué borde que se ha vuelto”, “pasa de nosotros”…) que pueden dificultar aún más la búsqueda de ayuda. Si a esto le sumamos los habituales prejuicios que asocian la enfermedad mental sistemáticamente con seres peligrosos o problemáticos, el problema se hace aún mayor. La depresión es una enfermedad con todas las letras, que puede afectar a cualquier persona y que puede mejorar con el tratamiento adecuado.
El cortometraje busca visibilizar el impacto de la depresión en las personas y en sus familias. ¿Cuáles considera que son los principales efectos de esta enfermedad en el entorno familiar?
Cuando un paciente con depresión grave no se ve con fuerzas para salir de la cama o para mantener los mínimos hábitos de autocuidado, los familiares se sienten impotentes porque no saben qué hacer o qué decir para cambiar las cosas, y ellos mismos pueden sufrir un gran desgaste emocional y necesitar ayuda. Pero los familiares son un eje fundamental en el proceso de recuperación de los pacientes, especialmente cuando los efectos del tratamiento aún no son evidentes. Validar los sentimientos del paciente -que no es lo mismo que mostrarse de acuerdo con él en todo- posiblemente sea el arma más poderosa. Estar presentes, en actitud abierta, tratar de comprender sin juzgar puede ser el primer paso para movilizar las cosas.
Lucía es solo una de los más de 300 millones de personas en el mundo que conviven con depresión. ¿Cree que la sociedad está mejor preparada hoy en día para entender y apoyar a quienes padecen esta condición?
Aunque vivimos en una era de la sobreabundacia de información y desinformación, creo que cada vez se habla más y mejor sobre la depresión. Con el debido asesoramiento profesional y de las propias asociaciones de pacientes, los medios y los creadores de películas o documentales hacen una labor incalculable, al igual que los testimonios de figuras relevantes que han sufrido la enfermedad en primera persona. Quizás el reto más importante es ayudar a diferenciar entre herramientas universales para mejorar la salud mental (deporte, dieta sana, vida social…) y el abordaje médico y psicoterapéutico más específico que también necesitará aquel que sufre la enfermedad depresiva.
En las «Lucía Meetings» se presenta, además del cortometraje, una sesión sobre retos terapéuticos. ¿Cuáles son, en su opinión, los mayores desafíos a los que se enfrentan los psiquiatras al tratar la depresión?
En “Lucía Meetings” planteábamos sesiones de formación continuada sobre depresión. Partiendo del cortometraje, hablamos del reto de optimizar tempranamente el tratamiento antidepresivo, individualizando el abordaje según la gravedad o presentación clínicas, con el dolor como uno de los síntomas que asocian más discapacidad.
La psicoterapia es parte del enfoque de estas reuniones. ¿Cómo cree que la psicoterapia y otros tratamientos no farmacológicos contribuyen a mejorar la calidad de vida de los pacientes?
Los cambios de hábitos y conductuales son un aspecto esencial en el proceso de recuperación del paciente. Pero, al margen de la enfermedad, hay situaciones que rodean sus vidas que no siempre son susceptibles de cambio y que no pueden controlar. El dolor o la fatiga crónica, por ejemplo, puede aliviarse con tratamiento farmacológico pero en ocasiones persiste. Trabajar con el paciente estrategias de aceptación -que nada tiene que ver con conformarse- es clave para reducir el grado de sufrimiento y mejorar su calidad de vida.
El objetivo del cortometraje es dar voz a quienes sufren depresión. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a aquellos que están en silencio, luchando con la enfermedad, pero aún no han buscado ayuda?
La depresión es una enfermedad muy tramposa: cambia tu forma de sentir, te aplasta, mina la esperanza, te hace pensar que es imposible mejorar… “Estar deprimido” no significa “ser un depresivo”. El camino puede ser duro al principio y a veces largo pero, con la ayuda adecuada, la mejoría es posible.