Parece obvio que las habilidades socioemocionales que uno posee son una parte importante para el crecimiento, desarrollo y bienestar personal. Siendo como somos seres sociales, el hecho de conocer estrategias para relacionarnos adecuadamente con otras personas en el día a día, va a favorecer una buena autoestima, una autoimagen positiva, el ser independiente, resolutivo y enfrentarse a los conflictos de una manera más asertiva y eficaz.
Sin embargo, cuando se trabaja en terapia de lenguaje, en trastornos o dificultades en relación con alguno de los componentes de la comunicación, aspectos como las habilidades socioemocionales que se comentaban anteriormente, nos encontramos que se dedica poco tiempo a este tipo de contenidos de carácter más personal y emocional.
En casos concretos como la dislexia, a pesar de existir una base neurológica en este trastorno, se ha demostrado que existe una relación directa entre la dificultad práctica y la aparición de ciertos bloqueos emocionales, que le impiden a los niños progresar en sus aprendizajes, así como afrontar y aceptar su dificultad. Esto requiere de nuestra atención como profesionales, acompañándolos en su proceso de rehabilitación desde esta doble perspectiva, dándoles información también para identificar y poner nombre a la dificultad que les ocupa.
¿Qué es la dislexia?
El término dislexia, en los últimos años, la mayoría de los autores lo han definido como una dificultad en la distinción y memorización de letras o grupo de éstas, falta de ritmo y orden en la colocación, mala estructuración de las frases, etc… lo cual se hace patente en el proceso de lectoescritura.
Según algunas estadísticas la dislexia afecta en mayor o menor grado a un 10% o un 15% de la población escolar y adulta. Afecta en igual medida a niños y niñas.
Dada la generalización de la enseñanza a toda la población de forma obligatoria y el uso prioritario de la lectura y la escritura como mediadores de la enseñanza, la cantidad de niños que tienen dificultades escolares por esta causa es un factor relevante a tener en cuenta por el enseñante. Según las estadísticas citadas se puede esperar que en cada aula de 25 alumnos haya al menos un niño con esta dificultad para el aprendizaje.
¿Qué no es la dislexia?
La dislexia no es una falta de interés, motivación o una discapacidad sensorial, de un entorno educativo y ambiental desfavorable, o de otras condiciones limitantes. Por lo tanto, no es válido etiquetar a un estudiante con dislexia como descuidado, desatento o perezoso.
No todas las personas con dislexia son iguales, pero sí comparten algunas habilidades básicas según algunos pedagogos:
· Pueden utilizar su habilidad mental para alterar o crear percepciones (habilidad primaria).
· Son altamente conscientes de su entorno.
· Tienen una curiosidad natural para saber cómo funcionan las cosas.
· Piensan más con imágenes que con palabras.
· Son altamente intuitivos y perspicaces.
· Piensan y perciben de una manera multidimensional (usando todos los sentidos).
· Tienen una gran imaginación.
· Pueden experimentar las ideas como realidades.
Estas ocho habilidades básicas si no son suprimidas, darán como resultado extraordinarias competencias creativas.
Los humanos pensamos de dos maneras: conceptualización verbal y conceptualización no verbal. Todos pensamos con las dos, pero cada quien tiende a especializarse en una u otra. Las personas con dislexia piensan principalmente con imágenes (conceptualización no-verbal) en lugar de pensar con los sonidos de las palabras (conceptualización verbal).
Indicadores de riesgo
En la mayoría de los casos de dislexia, cuando el niño se encuentra en la etapa infantil, su trastorno pasa desapercibido, aunque existen ciertos indicadores que nos pueden poner en alerta para su detección precoz. Lo idóneo para trabajar con alumnos potenciales de presentar dislexia, es hacerlo desde un enfoque Multisensorial (Orton-Guilligham), dándole un abanico más amplio de oportunidades, desde habilidades y fortalezas que ya posee, independientemente del CI, que no es el único determinante de la evolución del niño frente a sus dificultades, pues en ocasiones dislexia y retraso madurativo van de la mano. De esta forma ofrecemos más posibilidades de afrontar con éxito y adquirir ciertos aprendizajes en estos niños que presentan una mayor resistencia en: la integración de la lecto-escritura, memoria de trabajo, atención, coordinación, percepción y orientación espacio-temporal. En este nivel se puede hablar de predislexia y algunos indicadores a detectar en aula serían:
· Historia Familiar de problemas disléxicos (padres, hermanos, otros familiares).
· Retraso en la aparición de habla inteligible o con claridad.
· Confusiones en la pronunciación de palabras que se asemejan por su fonética.
· Falta de habilidad para recordar el nombre de algunos contenidos en serie, por ejemplo los colores, los días de la semana.
· Confusión en el vocabulario que tiene que ver con la orientación espacial.
· Alternancia de días “buenos” y “malos ” en el trabajo escolar, sin razón aparente.
· Aptitud para la construcción y los objetos y juguetes “técnicos” (mayor habilidad manual que lingüística, que aparecerá típicamente en las pruebas de inteligencia), juegos de bloques, lego.
· Dificultad para aprender las rimas típicas del preescolar.
· Dificultades con las palabras rimadas.
· Inversiones, que pueden ser de fonemas dentro de una sílaba o de sílabas dentro de una palabra. Por ejemplo: “pardo” por “prado” y “cacheta” por “chaqueta”.
Generalmente, la intervención en dificultades o trastornos relacionados con algún aspecto de la comunicación y aprendizajes, se centra en una perspectiva rehabilitadora, basándose en la dificultad objetiva. No se suele intervenir en esos aspectos socioemocionales, que se ven afectados de manera indirecta e interfieren en el desarrollo de su identidad y en el plano de las relaciones interpersonales. El modo en que los niños no adquieren determinadas competencias en la etapa de infantil, determina el modo en que se enfrentan a las exigencias que les supone la Educación Primaria. Comienzan a sentirse incompetentes, se hacen conscientes de sus dificultades frente al grupo y esto hace mella en su autoestima y la imagen que se crea de ellos mismos, por un etiquetaje en el que caemos padres y maestros. Por ello, una vez detectadas esas dificultades, es muy importante acompañarle en el proceso de asimilación y aceptación de sus necesidades, comprenderlas, que sienta que empatizamos con él y potenciemos esas 8 habilidades maravillosas, de las que hablaba antes. Ofrecerles ese marco positivo tanto a ellos, como a sus familias, también es importante para generar un buen clima de afrontamiento y favorecer un mayor éxito en el proceso de intervención.
Siempre que se detecten algunas de las dificultades descritas anteriormente, es recomendable hacer la consulta con el especialista de audición y lenguaje y/o un logopeda de referencia.
Carolina Pérez Ruiz
Maestra de Audición y Lenguaje en el Cole de Celia y Pepe
Coach especialista en inteligencia emocional en el Gabinete Multidisciplinar de la Fundación Querer