Han pasado ya varios días de una serie de eventos que sucedieron en nuestro país y que nos hacen re pensar de cuanto aún hay por hacer. Hemos visto columnas de todo tipo, opiniones, acusaciones y muchas más preguntas que respuestas.
Nos gustaría poner un freno en todo esto e invitarlos a pensar que nos sucede como sociedad.
En la actualidad, en la Argentina, hay leyes que amparan que todas las personas con discapacidad pueden acceder a la educación “común”. Eso está muy bien, las leyes están, pero lo que aún no se ha generado es la cultura inclusiva. Para que haya una cultura de la inclusión no solo se necesitan de formaciones y herramientas para los docentes. Se necesita de una voluntad real y concreta de éstos, apertura mental de las autoridades, conciencia social de que las diferencias nos hacen únicos, padres que “eduquen” desde las edades más tempranas, profesionales y educadores más generosos, con verdadero animo de trabajar en equipo, y políticas de estado que eliminen barreras burocráticas entre la educación y la salud.
Una escuela “común” para todos, que se adapte a las necesidades de cada niño y una sociedad empapada de la cultura inclusiva es aún una utopía. Es un camino largo, que se está recorriendo. Pese a esto, día a día nos damos el gusto de esperanzarnos con experiencias inclusivas que se van dando satisfactoriamente gracias a malabares de grupos de personas con gran vocación y en especial, gran corazón.
Ante panoramas tan complejos, en los que a veces nos paralizamos por no saber por dónde empezar, nos parece oportuno traer el concepto de GRUPO DE PERTENENCIA.
Según la sociología, los grupos de pertenencia son aquellos en los cuales cada integrante se siente importante, cumple un rol activo y son valorados por los demás integrantes. Suelen tener intereses comunes y una manera de comunicarse, interactuar socialmente, divertirse y expresarse mediante un código que es compartido e interpretado por todos los miembros del grupo.
Nos preguntamos entonces: ¿Qué sucede si un niño con TEA encuentra su grupo de pertenencia en una escuela especial o un CET? ¿Solo existe la inclusión en la educación común? ¿Existe la inclusión sin un grupo de pertenencia?
Imaginen a Pablo, un niño con TEA de 8 años, con gran capacidad artística, amante de la música y de realizar pinturas con oleos, que debido a la ley intentan incluirlo en un colegio con orientación deportiva y donde la mayoría de sus compañeros de grado tiene intereses poco relacionados al arte o la música. ¿Sera fácil para Pablo encontrar su grupo de pertenencia allí?
Joaquín es un niño de 10 años, sin diagnóstico de TEA, le encanta los deportes de contacto y sabe la vida y obra de deportistas como Messi o Ginobili. Sin embargo, la madre decide inscribirlo en una escuela de canto y comedia musical porque le queda cerca de su domicilio y los horarios le “cierran” con su rutina diaria. ¿Sera propicio ese ámbito para que el niño encuentre su grupo de pertenencia? Si no logra encontrar allí su grupo de pertenencia ¿Joaquín estaría incluido? ¿Solo se puede hablar de inclusión si el niño tiene discapacidad?
Pensamos en la inclusión como una sinfonía de relaciones cognitivas, sociales y afectivas complejas que deben afinar a la perfección para no exponer a los niños al fracaso y a una perdida inmediata y peligrosa de la autoestima de cada uno.
Mientras que recorramos este camino, para que las leyes estén sustentadas por una verdadera cultura inclusiva, propiciemos ámbitos para generar grupos de pertenencia, escuchemos a los niños, observemos, preguntemos, seamos los andamios para que ellos puedan decidir dónde y con quienes se sienten más cómodos.
En definitiva, y más allá de la ley, pensemos en que lugar cada niño se sentirá más importante, más amado, respetado y valioso.
Maximiliano Lombardo
Lic. en Educación Física
Mgt. en Psicomotricidad
Mgt. en Psicología de la Act. Física y del deporte
Marcelo Biasatti
Lic. en Educación Física
Mgt. en Psicomotricidad
Mgt. en Psicología de la Act. Física y del deporte