«Prohibido repetir» (Editorial Rosamerón) es el título del nuevo libro de Gregorio Luri, un destacado filósofo, pedagogo y ensayista español. Con una vasta experiencia en el campo académico y profesional, Luri ha dejado una huella significativa en el ámbito educativo, conocido por su enfoque crítico en temas de filosofía y política. A lo largo de su carrera, ha ejercido la docencia en varios niveles educativos y ha escrito numerosos libros que exploran desde la mitología hasta la pedagogía contemporánea. Su dedicación a la reflexión sobre la educación y la sociedad ha sido ampliamente reconocida, incluyendo la concesión de la Cruz de Carlos III por el Gobierno de Navarra en 2020.

Gregorio Luri, además, ha sido un destacado ponente de las V Jornadas Neurocientíficas y Educativas de la Fundación Querer, participando en la Mesa Redonda sobre la situación de la Educación Especial.

P: En su libro, usted menciona que se ha reducido la exigencia y el rendimiento en las escuelas mientras se inflan las notas. ¿Qué consecuencias cree que tiene esta tendencia en el desarrollo académico y personal de los estudiantes?

R: La principal, la de creer saber lo que no se sabe; es decir, carecer de cualquier representación de la propia ignorancia. Podemos añadir el narcisismo y la fragilización de la sobreprotección.

P: Uno de los puntos clave que aborda es la creciente presencia de pedagogos, psicopedagogos y terapeutas en las escuelas. ¿Por qué, a pesar de esta abundancia de especialistas, no hemos logrado mejorar la calidad de nuestro sistema educativo?

R: Porque el mundo de los especialistas educativos es un mundo fantasmagórico y fatuo, que se evalúa a sí mismo más por la altura de sus pretensiones que por la de los resultados de los alumnos. Con frecuencia pienso que hay gestores y especialistas educativos que saben que hay niños porque han leído sobre ellos.

P: En su opinión, ¿cómo han afectado los cambios en el sistema educativo, como la eliminación de deberes y exámenes, al proceso de aprendizaje de los estudiantes?

R: Se erosiona la relación natural entre esfuerzo y mejora. No creo que por esforzarse uno ya consiga sobresalientes; pero sí creo que con el esfuerzo o, si prefiere, con la práctica intensiva, se mejoran los resultados. Ahora el buen resultado es algo que te corresponde por ser alumno; no por merecerlo. Pero los niños saben muy bien que un premio inmerecido es una forma de humillación.

P: El título de su libro, «Prohibido repetir», parece aludir a la negativa actual de permitir que los estudiantes repitan curso. ¿Cuál es su posición sobre la repetición de curso y cómo cree que afecta al aprendizaje y desarrollo del estudiante?

R: Este título apunta a diferentes direcciones: (1) Que hay que repetir, aunque les duela a algunos, e insistir en lo importante, sin cansarse, porque hay veces que lo evidente entra en crisis porque nadie lo defiende; (2) Que hay que repasar la historia de la educación, para proporcionarnos una perspectiva adecuada de la escuela y no llamar innovadores a métodos que fracasaron hace más de cien años; (3) que hay que tomar medidas para no repetir malos resultados, no podemos aceptar que uno de cada cuatro jóvenes de 16 años presente problemas de comprensión lectora; (4) que la memoria implica repetición prohibir la repetición es ignorar la importancia de la memoria; (5) y (6) que repetir en tercero de primaria cuando tienes problemas de comprensión lectora puede ser una buena idea. Me atengo a la experiencia actual de Misisipi

P: Habla de la necesidad de recuperar la confianza en la escuela y en el sistema educativo, así como el atractivo de la profesión educativa. ¿Qué cree que se ha perdido para que esa confianza haya disminuido y cómo se podría recuperar?

R: Lo que se ha perdido lo ponen de manifiesto las familias cuando cada año dedican más recursos a completar la educación de sus hijos con actividades de refuerzo o de ampliación de conocimientos.

P: En su libro, aborda la incomprensión de los padres sobre los métodos educativos actuales. ¿Qué papel cree que deberían tener los padres en la educación de sus hijos y cómo se puede mejorar la comunicación entre padres y escuelas?

R.: La educación es un fenómeno complejo y, desde luego, no se reduce a la formación académica. Los padres son, para bien y para mal, los primeros modelos referenciales y educan, sobre todo, cuando no son conscientes de que están educando, porque entonces su conducta es más verosímil. A los padres les pido cinco cosas que son como el campo base de la educación familiar: (1) que se quieran, (2) que cuiden con espero la higiene del sueño de sus hijos, (3) que les den un buen desayuno , (que no los sobreprotejan y (5) que les enseñen a decir gracias, por favor, perdón, confío, tienes razón, cuéntame…

P: En esta vorágine, la Educación Especial es señalada desde altas instancias, cuando la situación de la ordinaria es poco alentadora. ¿Cómo ve esta contradicción?

R:  Me parece que la inclusividad no es una cuestión de blanco o negro y, desde luego, la buena voluntad no puede suplir la falta de preparación. Me parece que las escuelas han de ser, siempre que estén en condiciones efectivas para ello, inclusivas; pero no necesariamente han de serlo las aulas.

P: ¿Podría ser el modelo de la Especial un buen espejo en el que mirarse para empezar a corregir errores de la ordinaria?

R: Creo que, aunque son mundos distintos, en ambos debieran predominar las prácticas reflexivas. Es inevitable que nos equivoquemos; pero no hay excusa para no aprender de nuestros fracasos.

P: Usted critica que se busque el bienestar de los estudiantes a expensas del éxito académico. ¿Cómo propone equilibrar el bienestar emocional de los estudiantes con la necesidad de un alto rendimiento académico?

R: Creo, por una parte, que el conocimiento riguroso nos proporciona experiencias personales de orden y nos capacita para movernos en distintos contextos sabiendo utilizar los registros adecuados para cada uno; y, por otra, lo que me parece urgente es educar en el amor a la vida más que en el bienestar. La vida se nos presenta a veces muy cuesta arriba, pero es entonces cuando más hay que amarla. Lo que me parece evidente es que no se educa en el bienestar de los niños mediante su sobreprotección o negándoles el acceso al conocimiento poderoso cuando el conocimiento es ya el petróleo del futuro.

P: A pesar de su crítica hacia el sistema educativo actual, menciona que su libro es optimista. ¿Qué razones nos puede dar para tener esperanza en el futuro de la educación y qué cambios considera necesarios para lograr una mejora real?

R: La escuela es una noble causa imperfecta. Hay que ser consciente de su nobleza cuando el pesimismo nos ronda y hay que ser conscientes de sus imperfecciones para no caer en ningún tipo de fanatismo pedagógico. En cuanto a los cambios: Me conformaría con que nos doliera cualquier porcentaje de fracaso escolar superior al 8%. Las pruebas PISA distribuyen los resultados de los alumnos en 7 niveles. En el año 2009 el 8% de los alumnos de quince años estaba en las dos franjas más altas de resultados (donde están los que muestran un pensamiento conceptual complejo). En el 2022 el porcentaje se redujo tres puntos, siendo del 5%. Por otra parte, en el 2009 el 24% de los alumnos de quince años se encontraba en los dos niveles inferiores (donde están los que solo saben resolver problemas muy sencillos con un pensamiento concreto); en el 2022 el porcentaje era del 28%. Las diferencias se incrementan. ¿Y es que no hay ningún responsable de esta trayectoria?