Es importante recordar que el niño pasa la mayor parte de su tiempo en casa, por lo que el trabajo que se realice con él no debe quedarse únicamente en sus sesiones de logopedia o en el colegio, sino que es primordial seguir estimulando el lenguaje en todos los entornos en los que el niño participe.
Así pues, es importante seguir las siguientes pautas para ayudar a que se desarrolle el lenguaje:
En edades tempranas…
– Haz que escuche los sonidos que él mismo produce, con las manos, la boca, los
pies… así como los sonidos que se producen a su alrededor o en la calle (moto,
avión, los niños en el parque, una puerta que se cierra, el agua del grifo, la
lluvia, el trueno…) y refuerza con sonrisa, tacto y vocalizaciones o comentarios
verbales.
– Facilita la manipulación de instrumentos musicales y objetos sonoros (botes
con piedras, arroz, arena…) para estimular la audición y favorecer su atención y
conocimiento del entorno que le rodea.
– Intenta que localice las fuentes sonoras para estimular las capacidades
perceptivas y la atención.
– Introduce en el juego objetos con colores llamativos y que se muevan, para
favorecer que los siga con la mirada y que pueda demandarlos cuando están
fuera de su alcance.
– Utiliza gestos y expresiones faciales. De ese modo, el niño entenderá más
fácilmente lo que le quieres decir y aprenderá a expresarse mediante gestos.
– Exagera esos gestos (sorpresa, alegría, enfado…). Muéstrale que no sólo nos
comunicamos con palabras.
– Escuchad y cantad canciones y melodías que incluyan movimiento, como
“aserrín aserrán”, “cucú-tras”… ).
– Inventa juegos o actividades de la vida diaria donde se le anime a imitar
movimientos motores y sonidos a la vez (al jugar a comiditas, tocar la barriga y
emitir “mmm»; cuando se cae algo al suelo decir «ala” o «pumba”; cuando se
golpea una puerta «toc-toc»…).
Para seguir estimulando…
– Háblale despacio (sin exagerar, simplemente pausando el discurso sin
avasallarle; dándole tiempo a procesar lo que le cuentas) y de forma clara,
estando siempre a su misma altura (si es necesario, permanecer agachados
para equipararnos a él) y mirándole siempre a los ojos para centrar su atención.
– Facilítale un modelo correcto; no imites su forma de hablar infantilizando el
lenguaje, ni te rías de sus errores.
– Elige actividades que al niño le resulten motivantes y atractiva para que éstas
provoquen la intención comunicativa y el lenguaje del niño.
– Infórmale del lugar dónde se guardan las cosas; trabajarás lenguaje y hábitos
de orden y ayudarás a que el niño estructure los lugares por donde se mueve,
facilitando su autonomía.
– Enséñale canciones y juega a imitar sonidos del entorno (de animales o
personas), enseñándole de dónde proceden y animándole a imitarlos.
– Aprovecha para ver con él dibujos animados y preguntarle por los personajes,
cómo se llaman, qué hacen…
– Fomenta el juego simbólico: que juegue a peinar muñecas, a conducir, a cuidar
a los animales de la granja..
– Juega a hacer movimientos con los labios, como poner morritos, dar besos,
hacer pedorretas, soplar papeles pequeños tipo confeti, lamerse los labios,
sacar la lengua fuera de la boca, subirla hasta la nariz… Es importante fortalecer
los músculos que intervienen en el habla, pero aún lo es más hacerle
consciente de todas esas partes de su cuerpo, para favorecer que comience a
utilizarlas y a darles funcionalidad.
– Verbaliza no sólo órdenes y demandas, sino también sentimientos,
sensaciones, experiencias, etc.
– Fomenta la autonomía personal, evitando conductas de sobreprotección y
dejando que se equivoque y aprenda de sus errores.
– Incluye en tus enunciados un mayor número de peticiones de información que
de acción, para estimular que el niño hable. Es decir, no te limites a pedirle que
haga algo; pregúntale qué quiere hacer, o cómo quiere hacerlo para que no se
limite a acatar órdenes, sino que exprese necesidades o deseos y sienta la
necesidad de hablar y comunicarse.
– Siempre que el niño inicie una conversación, intenta que ésta se mantenga el
mayor tiempo posible. Si habláis, por ejemplo, de lo que habéis hecho el fin de
semana, continúa comentando “¿te acuerdas de lo que hicimos después?
¿quién vino? ¿y qué hiciste con él…? etc.
– Si al niño le cuesta estructurar correctamente las oraciones, ofrécele el modelo
correcto, pero tomando aquello que ha dicho y repitiéndoselo correctamente
aportando nueva información. (Ejemplo: “¿e su aseta papa?” –> Si, es la
camiseta roja de papa, ¡qué bonita!”).
– Adapta la longitud de tus enunciados a la capacidad del niño. No es
conveniente dar órdenes demasiado largas y difíciles de entender, del tipo
“ahora vamos a guardar la ropa, y después vamos a cenar para que nos dé
tiempo de acostarnos temprano”. Es preferible ir enunciando las cosas poco a
poco, con enunciados más simples y directos del tipo “guarda la ropa”.
También es recomendable no dar órdenes contradictorias, como por ejemplo
pedirle que nos dé el pantalón y, si tarda demasiado, pedirle que se quite la
camiseta. Lo ideal es repetir la orden hasta que realice, y si no lo hace,
facilitarle las ayudas necesarias (darle un modelo, iniciar la acción etc.), pero
nunca pedirle varias cosas a la vez porque con esto conseguiremos que el niño
no comprenda qué es lo que esperamos que realice.
– Aprovecha los momentos cotidianos, como el baño, el momento de cambiar un
pañal, las comidas, las visita de familiares etc. para hablarle, explicarle qué está
pasando, con quién está, dónde va a ir, qué va a ver etc.
Anticipar y darle pautas sobre las cosas nuevas favorece la seguridad del niño, y
le ayuda a adquirir vocabulario nuevo y a mejorar la comprensión. Además, el
momento del baño, o cuando se viste y se desviste, son momentos idóneos
para nombrar objetos, prendas de vestir, partes del cuerpo etc., que irá
adquiriendo de forma natural y progresiva.
– Léele algo todos los días. Los cuentos con imágenes (animales, alimentos,
profesiones, estaciones del año…) son ideales para estimular el desarrollo
léxico. Además, es conveniente hacerle partícipe cuando señale algún dibujo
y/o viñeta, realizando preguntas cerradas de sí/no (¿está contenta la niña…?”)
y pidiéndole que imite (“¡mira cómo se ríe la niña! A ver tú cómo lo haces…”).
– Dale tiempo para que responda a tus preguntas; no le atosigues porque te
parezca que va lento, cada cual tiene su ritmo de habla y no todos los niños
desarrollan el lenguaje por igual.
– Señala o marca turnos de intervención del niño. Intenta que tu hijo/a respete
los turnos de comunicación, para lo cual puedes jugar con una flecha de papel
que señale a quién le toca participar para facilitarle esta tarea y apaciguar la
ansiedad que puede provocarle no saber cuándo le toca hablar a él.
– Repite tu mensaje tantas veces como sea necesario, pero siempre de forma
paciente y natural.
– Ayúdale a que tenga un mayor contacto con su entorno social y natural, y
recuerda que el nivel de exigencia tiene que estar acorde a su edad y sus
posibilidades reales; no podemos exigirle cosas que el niño todavía no está
preparado para hacer, ni compararlo con otros niños y exigirle que sea como
ellos.
– Adopta una actitud positiva frente al niño, reforzando y felicitándole ante sus
progresos. Hay que evitar estrategias o correcciones que tengan una
connotación negativa, como “hasta que no me lo digas no te lo doy”.
– Y, sobre todo, valora sus pequeños avances y refuérzalos de manera positiva.
ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE CÓMO TRABAJAR TODO LO ANTERIOR…
A la vista, pero fuera de su alcance.
– Coloca los objetos a la vista del niño pero un poco lejos de su alcance. Si el niño quiere ese objeto, tratará de cogerlo o hará algún gesto para demandarlo. Por ejemplo, cuando juegues con él, pon su juguete favorito en el lado contrario. Esto hará que tenga que llamar tu atención y solicite el juguete.
Modificar el ambiente.
– Añade cierta dificultad a las actividades o juegos que realicéis para que necesite pedir ayuda. Por ejemplo, puedes darle los juguetes dentro de una caja o tarro con la tapa muy bien cerrada, de forma que el niño deba solicitar tu ayuda para abrirla. – Del mismo modo, también puedes esconder algunos juguetes o piezas el juego. Por ejemplo, os ponéis a hacer un dibujo pero “se te olvida” darle la pintura azul y la roja, por lo que el niño necesitará preguntar por ellas. – Plantea situaciones absurdas, como ponerte unos guantes para incitar a que el
niño realice algún comentario al respecto.
Establece rutinas.
– Por ejemplo, canta su canción preferida mientras se pone el pijama, o realiza alguna actividad que le resulte agradable antes de acostarse o por la mañana cuando se despierta, por ejemplo. De esta manera puede intentar modificar esa rutina establecida, como por ejemplo cantar una canción diferente o no cantar, y así facilitar que el niño la demande.
Deja que lleve el control cuando juegue.
Deja que sea él quien juegue con los juguetes y actividades que desee sin indicarle cómo ni con qué jugar y atendiendo a sus deseos y necesidades. Puedes aprovechar para copiar su juego y hacer exactamente lo mismo que haga él. Por ejemplo, si dobla un papel, doblarlo igual que él. Los niños suelen responder muy bien cuando toman el mando y juegan a ser profesores o padres (¡ojo! Solamente en contexto de juego y sin sobrepasar los límites que tenga marcados en su casa).
Nazaret Castilla Collado
Educadora social, logopeda y especialista en lectoescritura.
Creadora y administradora del blog Meraki Logopedia