- Director del Centro de Trastornos del Neurodesarrollo del King’s College de Londres, busca comprender el origen de estos trastornos.
- «Encontrar una cura para las enfermedades neurológicas no es imposible, es cuestión de esfuerzo y recursos»
- Marín participa en las IV Jornadas Neurocientíficas de la Fundación Querer
Óscar Marín es catedrático de Neurociencias y director del Centro de Trastornos del Neurodesarrollo del prestigioso King’s College de Londres (Reino Unido), donde también ejerce como profesor e investigador. Sus investigaciones tienen como objetivo comprender el desarrollo del cerebro y los orígenes de los trastornos del neurodesarrollo, centrándose en algunos como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), la epilepsia y la esquizofrenia.
Esta semana, el reconocido neurocientífico viaja desde Londres para participar en las IV Jornadas Neurocientíficas y Educativas de la Fundación Querer, donde acercará a los asistentes las implicaciones de los periodos críticos en el desarrollo cerebral. «Es una oportunidad de ayudar y contribuir de alguna manera a que la población en general entienda un poco mejor cómo se producen los trastornos del desarrollo del cerebro, qué consecuencias tienen y qué estamos intentando hacer desde la investigación para poder tratarlos», señala.
P: ¿Qué son los periodos críticos en el desarrollo cerebral?
R: La característica más importante del cerebro humano es que tardamos mucho tiempo en desarrollarlo. Eso tiene una ventaja muy grande y es que, durante todo el periodo de desarrollo, tanto dentro del útero como después, nuestro cerebro es muy plástico y es capaz de adaptarse tanto para bien como para mal a aquellas cosas que le afectan. Durante ese periodo hay momentos más críticos que otros en los que ocurren determinados procesos y es muy importante que las cosas vayan bien y no se desvíen de la trayectoria habitual para que todo llegue a buen puerto. Estos periodos están muy marcados y sabemos hoy en día que están muy relacionados con trastornos del desarrollo. Por ejemplo, en el último trimestre de nuestra vida en el útero es cuando empezamos a formar la mayor parte de las conexiones neuronales del cerebro; eso va a influir de una manera muy decisiva en cómo funciona nuestro cerebro después.
P: ¿Qué factores afectan al desarrollo del cerebro durante estos períodos?
R: Para construir el cerebro hacen falta fundamentalmente dos cosas: la información genética y factores ambientales. Probablemente el 80% del riesgo en un gran número de enfermedades del neurodesarrollo sea genético, pero todas esas otras cosas que nos van ocurriendo o que le ocurren a nuestra madre mientras estamos todavía en el útero van a tener una influencia muy importante en el desarrollo del cerebro. Además, en biología existe también el azar porque la información genética no es capaz de codificar hasta el último detalle de cómo se construye nuestro cerebro y eso introduce también una cierta variabilidad que ayuda a entender por qué hay personas que, con una misma mutación en un gen, no desarrollan el mismo a espectro clínico o porque, en dos gemelos, uno desarrolla autismo y el otro no, aunque tenga algún problema del desarrollo.
«Cuanto mejor sepamos cuál es la causa exacta del trastorno más fácil será que podamos actuar y más positiva suele ser la evolución de estos niños»
P: ¿Qué sucede si, durante estos periodos críticos, no se produce un buen desarrollo del cerebro?
R: El avance más importante en este campo en los últimos 20 años es que cada vez conocemos mejor las bases genéticas de nuestras enfermedades y qué genes están vinculados con ellas. Ahora lo que estamos empezando a intentar entender es qué es lo que hacen estos genes en el proceso de construcción del cerebro, de forma que podamos entender exactamente cuáles son las fases críticas del desarrollo del cerebro que están afectadas en cada una de estas enfermedades. Desde la óptica del cerebro humano esto es muy importante porque el cerebro es una estructura biológica muy compleja y plástica que va a intentar compensar esos déficits. A veces no es suficiente y aparecen condiciones que consideramos patológicas.
P: ¿Después de estos periodos críticos existe menos plasticidad cerebral y eso implica que sea más difícil revertir los problemas que hayan surgido?
R: La plasticidad persiste en el adulto porque es lo que nos permite aprender y olvidar de forma continua. Lo que sí es cierto es que es mucho más grande en fases tempranas del desarrollo y conforme nos hacemos adultos se va restringiendo cada vez más y se limita a cambios en las conexiones entre las neuronas. Durante el desarrollo del cerebro los cambios pueden ser bastante más drásticos, tenemos muchísimo más plasticidad y eso, desde el punto de vista terapéutico, quiere decir que cuanto antes seamos capaces de detectar estas enfermedades o incluso algunas que aparecen mucho más tarde, vamos a tener mucha más capacidad para actuar antes incluso de que surjan los principales problemas o para intentar corregirlos desde el punto de vista terapéutico. Cuanto mejor sepamos cuál es la causa exacta de ese trastorno específico más fácil será que podamos actuar y más positiva suele ser la evolución de estos niños.
P: ¿Conocer los períodos críticos en el desarrollo cerebral facilitará también tener un diagnóstico más temprano?
R: Nuestra capacidad de secuenciar genomas es cada vez más rápida, barata y accesible, pero es difícil saber hasta qué punto vamos a llegar a identificar todos los cambios en nuestro genoma. Hoy en día lo primero que se hace es un panel de genes y se investiga si la persona tiene una mutación en un gen determinado que se sospecha que puede estar implicado en un trastorno en concreto. En el futuro yo creo que podremos hacer eso a una escala muchísimo mayor porque los costes que habrá serán más reducidos. Será muy importante tener una idea precisa de cuál es el problema de origen genético porque eso nos va a permitir orientar el tipo de terapia que podamos adoptar e incluso adelantarnos a la aparición de síntomas clínicos, algo que eventualmente podremos hacer por la tecnología.
P: Será entonces muy útil también para mejorar el bienestar de estas personas…
R: Sí, al entender exactamente en qué punto el desarrollo del cerebro se ha desviado de su trayectoria normal y cuáles son los componentes específicos que están afectados nos posibilita poder empezar a pensar en terapias que sean mucho más específicas y que estén mucho más dirigidas directamente a trastornos en concreto. En los próximos 10-20 años, la medicina necesita conseguir una estratificación muchísimo más precisa de los pacientes con trastornos del neurodesarrollo y hacer una medicina muchísimo más personalizada, con terapias que estén más acorde con el origen de la enfermedad. A veces no tendremos que corregir el proceso o esa ventana crítica del desarrollo porque a lo mejor se ha producido en el útero, pero entendiendo qué nos ha producido la desviación podemos identificar otros puntos en los que quizá sí podamos actuar y nos permitan ayudar no a corregir el problema inicial, pero si a utilizar esta plasticidad que todavía tiene el cerebro para adaptarse a esos cambios y revertir una situación a patológica.
«Conocemos unos 200 genes que causan autismo y seguramente esto no sea más que la punta del iceberg»
P: ¿Qué sucede en el caso del autismo? ¿Cuáles son los mecanismos genéticos qué causan este trastorno?
R: Nos referimos a él en singular, pero en realidad son los autismos porque son un compendio de alteraciones del desarrollo que dan lugar a una variedad enorme de lo que en biología llamamos fenotipos. Muchos están causados por variaciones en genes individuales de los cuales conocemos aproximadamente 200 y seguramente esto no sea más que la punta del iceberg porque todavía queda mucho trabajo en genética para terminar de desenterrar toda la base genética de la enfermedad. Lo que no cabe duda tampoco es que hay otros factores que tienen un papel muy importante en el desarrollo del cerebro y que también van a estar relacionados con la aparición de algunos de estos trastornos del neurodesarrollo como la prematuridad o factores ambientales que van a tener una importancia muy grande en el desarrollo del cerebro y en el caso del autismo sin duda, pero no hay que perder de vista el hecho de que fundamentalmente pensamos que las alteraciones son de tipo genético, a veces no heredadas, sino de forma espontánea.
P: Y en el caso de la epilepsia, ¿qué relación guarda con las alteraciones genéticas?
R: Lo mismo, hay epilepsias adquiridas a lo largo de nuestra vida por trauma, problemas vasculares, etc., pero la mayor parte de las que debutan relativamente temprano tiene una base genética muy clara y en muchos casos, además, están muy relacionadas con el autismo. Muchas personas con autismo severo desarrollan una epilepsia que es muy difícil de tratar. Al igual que en el autismo, es muy importante que conozcamos los genes que la producen, donde se expresan, qué neuronas son las que están afectadas por esas mutaciones porque eso nuevamente nos va a ayudar a diseñar fármacos de una forma mucho más específica que nos permitan ayudar a controlar la epilepsia.
P: Se conoce cada vez más sobre las alteraciones genéticas que provocan estas enfermedades, sin embargo, la mayoría de ellas no tiene aún una cura. Si conocer solo el gen implicado no sirve, ¿qué falta?
R: El reto en los próximos 10 años es, de una manera mucho más precisa, entender qué es lo que hacen exactamente esos genes que tenemos identificados como fundamentales en el desarrollo del cerebro, dónde intervienen en todo ese proceso, qué procesos de desarrollo del cerebro afectan y que eso nos permita desarrollar terapias que estén mucho más adaptadas directamente a los problemas y sean más efectivas.
P: Pone un horizonte temporal de 10 años. ¿Hay esperanza, entonces, a corto-medio plazo para dar con una cura para el cerebro?
R: Yo creo que el campo está avanzando a una velocidad muy grande y lo que quizás ha limitado más nuestra capacidad de estudiar el desarrollo del cerebro humano es que es un órgano muy complejo y que es difícil de modelar, pero en los últimos 5-10 años hemos desarrollado técnicas para poder modelar lo que hacen nuestras neuronas dentro del cerebro, poder sacarlas al laboratorio y estudiarlas de una forma mucho más realista. Eso nos va a permitir con muchísima más velocidad que hace 10-20 años avanzar en entender exactamente qué es lo que hacen esos genes.
«Encontrar una cura para las enfermedades neurológicas no es un reto imposible, es una cuestión de esfuerzo y recursos»
P: Para que se dé este avance en investigación, ¿es clave la financiación?
R: Fundamentalmente son claves el talento y el dinero y el dinero en realidad es el factor fundamental porque también atrae al talento. Sin duda, en investigación cuantos más recursos existan más rápido se avanza. No obstante, no es un reto imposible, está a nuestro alcance, no hay más que ver los avances que ha habido en la lucha contra el cáncer en los últimos 50 años, aunque este es un problema sustancialmente más difícil porque va a requerir más recursos, talento y esfuerzo, pero eso no quiere decir que sea inasumible, es una cuestión de esfuerzo y recursos para poder acabar con ello y yo soy 100% optimista al respecto.
P: La sociedad está cada vez más concienciada con el cáncer, ¿sucede lo mismo con los trastornos neurológicos?
R: En los últimos años se han relanzado un poco las enfermedades neurodegenerativas de nuestros mayores porque la sociedad va envejeciendo y los políticos con una cierta edad empiezan a pensar que estas enfermedades son un problema muy importante en el que se van a ver directamente implicados, pero no hay que olvidar que las enfermedades del neurodesarrollo del cerebro afecta a los individuos que las sufren durante toda su vida y en gran medida también a sus familias porque en muchos casos tienen una gran dependencia. Espero que entender cómo se construye bien el cerebro empiece a ser una prioridad para la sociedad al menos tan importante como entender cómo envejece.