Hace ya unos días la psiquiatra Dra. María Velasco escribió en su muro de Instagram @dramariavelasco, sobre la necesidad de centrarse en las fortalezas para crecer satisfactoriamente en la vida, y que terminaba así:
“Que si nos fijamos y potenciamos lo que sí tenemos, podremos vivir sin el reproche constante de la insuficiencia, de la minusvalía y de la decepción que de derivan de luchar a contracorriente de nuestras carencias. Eso sí, se necesita valor. Mucho valor. Para no querer tenerlo todo. Para asumir lo que implica ser diferente. Para aceptar que entonces: no todos nos van a entender, tolerar y amar. El precio es alto. La recompensa: infinita. Una vida de plenitud, paz y libertad.”
Doctora, me permito transcribir sus palabras porque tienen que estar inscritas en oro en este blog. Éste es el camino que deben tomar los disléxicos, y sobretodo, sus padres. Y, aún más, me atrevo a decir que quizá sea el camino para que tengan una alta autoestima: que crean en ellos, acepten sus diferencias y además las conviertan en ventajas. Solo así, convenciéndose de que son únicos pueden sacar lo mejor de sí mismos y vivirán en paz, sin convencionalismos y sin el peso de la opinión de los demás. En definitiva, libres.
Los padres debemos ayudar a nuestros hijos a encontrar sus fortalezas y que desde ellas tomen perspectiva de sus dificultades durante la etapa escolar, y así, poder comenzar a forjar la autoestima que necesitan.
Y, ¿cómo lo podemos hacer? Parándonos, observándoles para descubrir que es aquello en lo que nuestros hijos están como pez en el agua, en su elemento: aquello que, de forma natural, se les da bien y les entusiasma, como decía Sr. Ken Robinson en su libro “El elemento. Descubrir la pasión lo cambia todo.”
Y su elemento, puede estar en el atletismo, en el tenis, en el ciclismo, en la montaña, en la música, en la pintura, en la danza, en montar a caballo, diseñar y crear joyas, esculpir o en la cerámica, en la robótica, acudiendo a cualquier asociación infanto-juvenil, y en el teatro.
Y, os cuento como mi hija, la que no es disléxica, encontró su elemento en la interpretación. Va por ella.
En su biografía sobre Federico García Lorca, Ian Gibson decía que quedó fascinado por el teatro desde que presenció en FuenteVaquero una representación de marionetas.
A mi pequeña también le pasó, la primera representación de un teatro de marionetas la vio en el mercado medieval de Ripoll, la obra de temática medieval que se representaba en catalán: jovencito valiente que salva a la dama de un viejo malvado. Mis dos hijos quedaron hipnotizados con lo que sucedía en aquel teatrillo de marionetas, que entendían perfectamente porque el teatro es universal.
A partir de aquel día, todos los peluches de la casa cobraban vida cada noche y representaban cuentos. El teatro había entrado en nuestra casa y lo había hecho para quedarse. Las siguientes navidades, los Reyes Magos dejaron un teatrillo y un montón de marionetas, e Isabel improvisaba obras de teatro, para y con su hermano, en un santiamén. Después vinieron mil y un juego grabándose en video: actuando y actuando. Representaciones en obras de teatro del colegio, “Sueño de una noche de verano de William Shakespeare” en scouts, hasta volver a representar en el colegio Mayor y de ahí, saltó a estudiar interpretación profesional en el Estudio Corazza para el actor.
Sí, el teatro es su fortaleza. Y como, dijo Mar Romera “Educar desde la fortaleza es tener en cuenta los aspectos en los que brillamos cada uno de nosotros para, a partir de ahí, mejorar las debilidades”.
Y, ¿Qué te puede enseñar el teatro?
Lo mejor es escuchar las bellas palabras del actor Carlos Hipólito en el vídeo de educación del BBVA, cuyo enlace te dejo aquí y, que entre otras, nos cuenta que el teatro nos ayuda a entender y admitir que la gente puede ser muy diferente a ti y que hay que respetarlos también; además, tiene algo de terapéutico pues te abre la posibilidad de comunicar de otra manera con los demás. Te permite dar rienda suelta al interpretar un personaje y a sacar los sentimientos y todas esas cosas que en la vida cotidiana te producen pudor. Te ayuda a perder el miedo a ser observado. La sensación de salir a escena te transporta a un mundo mágico. Y encima, te enseña lo importante que es el trabajo en equipo porque no valen las individualidades, sin los demás no eres nada.
Uma Thurman explicaba a la revista Rapsody que la única razón por la que decidió probar suerte en las funciones de teatro de la escuela iba ligada a su condición de “terapia”. Efectivamente explicaba la actriz, “el teatro se usa normalmente como terapia para los disléxicos ya que, al ejercitar la memoria se aprende a leer más rápido. En mi caso, creo que mi gusto por contar historias es lo que finalmente me hizo enamorarme cuando era una niña,de la interpretación”. Uma Thurman, por supuesto, es disléxica.
En la web de Mom Dislexia, contamos con dos mentoras que aman el teatro, profesoras de artes escénicas en un Instituto, que seguro que si eliges el teatro para explorar fortalezas de tu hijo, le ayudarán a amarlo. Mariángel Alonso-Genis, a quien la puedes ver en la foto en blanco y negro, absorta mirando a Gorgorito (mira a ver si la encuentras), y Carmen Granell, que abre el mundo del teatro a sus alumnos.
Para descubrir las fortalezas se necesita valor. Mucho valor. Para no querer tenerlo todo. Para asumir lo que implica ser diferente. Para aceptar que entonces: no todos nos van a entender, tolerar y amar. El precio es alto. La recompensa: infinita. Una vida de plenitud, paz y libertad.
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