Muchas familias descartan realizar viajes de larga distancia por el temor a los posibles conflictos que puedan surgir a la hora de viajar en avión con una persona con discapacidad intelectual. No obstante, tal y como explica Francisco Mollard, psicólogo de la Fundación A LA PAR y terapeuta especializado en discapacidad intelectual, se trata de un miedo infundado: «La gran barrera está en el preconcepto de que estas personas tienen problemas a la hora de viajar, pero hay que derribar este mito porque no por tener discapacidad intelectual va a haber necesariamente un problema en el avión«.
Según explica el psicólogo, la discapacidad intelectual no imposibilita realizar un viaje en avión. «Dependerá de diferentes factores, como el grado de discapacidad de la persona, la exposición previa a este tipo de viajes, el vínculo que tenga con la familia y el apoyo que esta le dé o el afrontamiento que tenga la persona ante situaciones de estrés», pero, subraya, «si se tienen las herramientas, el modo de hacerlo, siempre se va a poder, aunque no sea fácil«.
Dificultades de los viajes en avión
Viajar en avión conlleva varios procesos a los que no solemos estar acostumbrados y, «si no tenemos una idea de lo que nos vamos a encontrar, cuáles son los peligros que puede haber y cómo afrontarlos, se vive una situación de estrés por la incertidumbre y el miedo a que pase algo, sobre todo cuando hablamos de personas con discapacidad intelectual, que no están acostumbradas a tener mucha autonomía y se ven, de pronto, muy solas ante ciertas situaciones», señala Mollard.
El psicólogo de la Fundación A LA PAR vivenció hace unas semanas, precisamente, las dificultades a las que se enfrentaron un grupo de personas con discapacidad intelectual en un vuelo a Bruselas: «Vimos mucho miedo, sobre todo, a la hora de pasar los controles, mucha necesidad de hacerlo rápido, nervios frente al policía o sensación de falta de control y desamparo«. Además, cuenta, se pusieron especialmente nerviosos en el momento del despegue y aterrizaje, algo que, subraya, «trasciende a la discapacidad intelectual porque estamos hablando de un miedo bastante lógico para todos».
Por otro lado, señala, las situaciones imprevistas, como tener que facturar el equipaje porque no entra en el avión, también generaron estrés en ellos: «Son situaciones que exceden a los propios trabajadores porque los profesionales no terminan de estar preparados para poder manejarlas teniendo en cuenta que están frente a una persona más vulnerable al estrés». A ello, se une que los aeropuertos son lugares grandes, complejos, donde hay que hacer frente a esperas que pueden generar también ansiedad.
«Tenemos que reducir al máximo la sensación de incertidumbre e impredecibilidad en la persona»
Todos estos conflictos pueden acentuarse en las personas con discapacidad intelectual, «en las que el modo de interpretar y comprender la información, sumado a los recursos que tienen a nivel cognitivo para poder afrontar esa situación de estrés, les hacen especialmente vulnerables». No obstante, Mollard insiste en que muchas de estas dificultades también pueden darse en personas sin una discapacidad y que, en cambio, hay «personas con discapacidad intelectual que no solo no tienen problemas para viajar, sino que lo hacen con una tranquilidad y naturalidad envidiables».
Pautas para afrontar viajes en avión
De esta forma, Mollard establece una serie de pautas para tratar de prevenir y reducir lo máximo posible los conflictos que puedan surgir durante el proceso del viaje en avión:
- Avisar a la aerolínea: si existe la posibilidad, será de gran ayuda avisar a la compañía aérea de que se viaja con una persona con discapacidad intelectual. «Si la aerolínea da la posibilidad de brindar una asistencia dirigida a personas con discapacidad intelectual, es una tranquilidad enorme para las familias», asegura el psicólogo.
- Anticipar y dar control sobre la situación: según el psicólogo, «tenemos que reducir al máximo la sensación de incertidumbre e impredecibilidad en la persona». Esto se puede lograr realizando un itinerario desde la salida de casa hasta la llegada al destino, para que la persona tenga un mapa mental de lo que va a suceder, «documentos que tiene que llevar, cómo va al aeropuerto, los pasos a seguir una vez dentro…». En definitiva, anticipar días antes porque así disminuimos la incertidumbre y, en consecuencia, el estrés. En este proceso, será importante «adaptar el modo de comunicación a la persona, ya sea de forma verbal, a través de pictogramas, fotos, etc., para que pueda entender lo máximo posible con qué se va a encontrar».
- Dar información en el momento: durante el proceso, pueden surgir eventualidades, como un control aleatorio de narcóticos, que desencadenen situaciones de nervios. Por ello, es importante explicar a la persona con discapacidad qué está sucediendo y por qué: «Muchos de los problemas se pueden solucionar con información en el momento. En caso de que no haya un profesional de la aerolínea que pueda brindar esa información, debe ser alguien de apoyo quien, si la persona lo necesita, haga esa información más accesible».
«Debemos tratar de que tenga las mayores herramientas posibles y potenciar los recursos que tiene para que pueda valerse por sí mismo»
- Fomentar su autonomía: hacer partícipe a la persona en todo el proceso, desde la preparación de su maleta hasta que sea ella misma quien entregue la documentación a las autoridades o realice el control de equipaje. «La persona que acompaña también debe estar involucrada, no vamos a dejar nunca sola a la persona con discapacidad porque hay que entender cuáles son sus limitaciones, pero debemos tratar de que tenga las mayores herramientas posibles, confiar en los recursos que tiene y potenciarlos para que pueda valerse por sí misma ya que es ella la que está viajando», señala el psicólogo.
- Utilizar elementos de distracción: tanto en el momento del aeropuerto, como durante el vuelo, será útil disponer de comida y bebida que gusten al niño o adulto: «Sobre todo en niños con los que es más complejo entrar en un diálogo más abstracto frente a la ansiedad, la comida es un estímulo que está asociado a una emocionalidad y puede servirle de distracción». También cumplen esta función los juegos, dispositivos electrónicos o cualquier objeto que lo entretenga ya que «desvían la atención del miedo irracional». En viajes largos, también puede ser útil, dependiendo de la persona, dar un paseo, realizar técnicas de respiración, mindfulness o hablar con los familiares para distraerse.
Exponerse a la situación
En el primer viaje en avión, posiblemente no todo funcione a la perfección, pero, a medida que la persona con discapacidad intelectual vaya teniendo más experiencias de vuelo, la ansiedad y el miedo disminuirán. «Una primera experiencia de lo que sea siempre trae muchas dudas e incertidumbre. El vuelo son muchos procesos que implican a muchos profesionales y mucho control, pero, para cualquier persona, exponerse a las cosas que nos dan miedo, a la larga, termina reduciendo ese sentimiento», señala el psicólogo.
«La exposición te da mucha información y la información te quita ansiedad y miedo»
Además, señala Mollard, en ocasiones este temor surge solo en las familias ante la incertidumbre de qué pasará, pero, como «el futuro no lo podemos adivinar», el psicólogo aconseja «intentar viajar con la persona con discapacidad intelectual y tener la experiencia para que el preconcepto de que tendrá problemas se vaya cayendo poco a poco». «Cuando el primer viaje no es tan catastrófico como se pensaba, perfecto, pero si lo es, tendrán más herramientas para poder predecir con qué se pueden encontrar en un futuro. La exposición te da mucha información y la información te quita ansiedad y miedo», añade.
Mayor especialización por parte de las aerolíneas
Para facilitar este proceso, también será muy importante el trabajo de las aerolíneas. Existen muchas que disponen de asistencia para personas con discapacidad, aunque no suele ser común que esta ayuda esté adaptada a la intelectual: «Algunas tienen pautas específicas para discapacidad intelectual, pero donde más se da asistencia es en la física ya que es más fácil de visibilizar la necesidad de ayuda». Por este motivo, Mollard cree necesario «dar un apoyo específico con un profesional que esté especializado en el trato a estas personas, que entienda que hay distintos tipos de discapacidad intelectual y que no hay que infantilizar ni que pecar de sobre explicar, sino dar a cada persona lo que necesita».