«Ojalá no me sintiera ligeramente culpable en cada una de las mil millones de veces al día que te quiero hasta el infinito, hasta la luna. Culpable al sentir que esa demostración de afecto pueda esconder mi evidentemente escasa capacidad para atender tus necesidades,  menos extraordinarias pero no por ello menos importantes que las de tu hermano y sus terapias, sus médicos, sus salas de espera.»

 

Ojalá no tuviera que explicarte nada de todo esto. Ojalá no me sintiera ligeramente culpable en cada una de las mil millones de veces al día que te quiero hasta el infinito, hasta la luna. Culpable al sentir que esa demostración de afecto pueda esconder mi evidentemente escasa capacidad para atender tus necesidades,  menos extraordinarias pero no por ello menos importantes que las de tu hermano y sus terapias, sus médicos, sus salas de espera. Ojalá no tuvieras que ser un niño de sala de espera, ojalá pudiera explicarte de algún modo que lo que hace tu hermano en esos despachos tan coloridos con esas  chicas tan simpáticas no es jugar, cuando te quedas fuera llorando y pataleando porque tú también quieres entrar.

Ojalá no tuviéramos que explicarte que, aunque seas el pequeño, tienes que cuidar de tu hermano, tienes que protegerle, tienes que ayudarle en lo que él no sepa hacer. Ojalá no hiciera falta explicarte que tu hermano es diferente en esos momentos en los que ves conductas que a ti no te toleraríamos, cuando le observas callado y después me miras con esa cara de “mamá, tranquila, ya lo sé”.

 

«Ojalá no tuviéramos que explicarte que, aunque seas el pequeño, tienes que cuidar de tu hermano, tienes que protegerle, tienes que ayudarle en lo que él no sepa hacer.»

 

Ojalá no tuviera que elegir entre darle a tu hermano este grado de dedicación para desarrollar al máximo su potencial o preocuparme como la madre que tú te mereces de esas cosas tuyas que a mí desde mi experiencia me parecen chorradas, pero que para ti son de vital importancia. Ojalá no tuviera que “despacharte” cuando vienes intentando reclamar mi atención porque estoy ocupada con cosas de tu hermano.

Ojalá cuando vivías dentro de mí no hubiera estado tan inmersa en los hospitales, pruebas y diagnósticos de tu hermano que (debo reconocerlo) fuiste “número dos” hasta el momento en que te vi la cara y supe que tu nombre te pertenecía. Ojalá  no hubieras tenido que nacer ya con la fuerza de un vikingo y desarrollar esa autosuficiencia que a veces me hace olvidar que no eres Batman aunque te pongas su capa, sino un niño de 4 años. Y sí, somos así de estrictos contigo porque como padres no somos perfectos y nadie nos ha enseñado a lidiar con la energía del superhéroe en miniatura que eres.

Ojalá supieras (intento que sepas) que nunca serás mi número dos. Que los dos sois mis favoritos. Que me has puesto delante de paradojas que jamás comprenderé, como que tu energía me quite a mí tanta pero a la vez me recargue las pilas más que nada en el mundo. Ojalá no tuviera que decirlo, peque, pero hago lo que puedo. Y ojalá pudiera gritar muy fuerte que aunque a veces no te lo parezca,  aunque no te dé todo lo que te mereces, estás en el centro de mi vida, eres mi orgullo, mi alegría y mi fuerza.

Ojalá algún día puedas entender…

 

Doctora Elena Benítez Cerezo
Médico Psiquiatra – Hospital Universitario Virgen de la Salud (Elda)

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