La depresión es una de las enfermedades mentales más incapacitantes a nivel global. Afecta profundamente el funcionamiento diario de quienes la padecen, impactando no solo su estado emocional, sino también su capacidad para realizar actividades básicas como trabajar, socializar o incluso cuidar de sí mismos. La Organización Mundial de la Salud (OMSconsidera a la depresión como la principal causa de discapacidad a nivel mundial, con un estimado de 300 millones de personas afectadas, lo que subraya su impacto debilitante.

Las personas con discapacidad tienen mayor riesgo de desarrollar depresión. Las limitaciones físicas, la pérdida de independencia y el estigma pueden agravar los síntomas depresivos. Hasta un 30% de las personas con discapacidad experimentan depresión, según la OMS, lo que resalta la necesidad de tratar de manera integral ambos problemas.

Son muchas las personas que, por diferentes motivos, lidian con la depresión desde el silencio. Para darle visibilidad, Neuraxpharm ha lanzado un cortometraje ‘Danza, Lucía, Danza’, que se estrenará el próximo martes, 8 de octubre, en el Palacio de la Prensa de Madrid, en una sesión abierta al público previa inscripción. Una proyección en la que Neuraxpharm estará arropada por entidades como la Fundación Querer, institución con la que cada año lanza una campaña para visibilizar la salud mental.

David Barón es el director del cortometraje. Hablamos con él sobre la obra antes de su estreno.

¿Qué le inspiró a contar la historia de Lucía y su lucha contra la depresión en este cortometraje?

El detonante fue la petición de Neuraxpharm; ellos fueron los que nos encomendaron (a mí y mis compañeros de la agencia WE ARE ADN) la misión de hacer “algo” en formato audiovisual para abrir sus reuniones sobre depresión severa y dolores asociados con profesionales médicos. Al principio debía ser algo más sencillo, pero un día después de tener la reunión, la historia de Lucía vino a mí y en menos de una hora tenía un tratamiento muy somero, pero al mismo tiempo, muy concreto.

¿Hubo algún momento o experiencia personal que lo motivara a abordar este tema?

Debo reconocer que a lo largo de toda mi vida he acumulado muchas experiencias y conocimiento directo sobre esta enfermedad al convivir con un ser querido que ha padecido depresión severa en diversos momentos de su vida. Fue al acabar de escribir el guion cuando me di cuenta de que todo el trasfondo de la historia de Lucía procedía, en en gran parte, de años y años de acumular historias personales.

El cortometraje busca visibilizar el impacto de la depresión en la vida de las personas ¿Cómo se trabajó en el guion para capturar con precisión las emociones de alguien que convive con esta enfermedad?

Una vez definida la historia teníamos muy claro lo indispensable que era contar con el asesoramiento de expertos en la materia. En este caso, el psiquiatra Francisco Javier de Diego y la psicóloga Thaïs Tiana Sastre. Su aportación fue básica para revisar cada coma del guion y estar seguros que captábamos la historia desde el punto de vista del paciente… Sin victimismos, ni condescendencia, ni culpabilidad, ni nada que no fuera, simplemente, el punto de vista de la protagonista. Lo más importante para todos era intentar que el corto hiciera que el espectador se sintiera en todo momento en la piel de alguien con depresión. Y sin Thaïs y Javier esto hubiera sido imposible.

Lucía, como tantas otras personas, enfrenta la depresión en silencio. ¿Qué desafíos encontró al intentar representar este «silencio» de una manera visual y cinematográfica?

Los desafíos eran muchos. Pero si me debo quedar con alguno serían dos. Por un lado, generar el ambiente necesario en el set para que los actores transmitieran todos estos sentimientos tan íntimos. Y, por otro lado, el reto de rodar las escenas de baile fundiéndolas con las dramáticas sin que el espectador notara las junturas entre ellas.

Para resolver todo esto, tenía claro que necesitaba contar con un gran equipo de rodaje y, ante todo, con gran actriz protagonista. Tuvimos la suerte de poder reunir a grandes profesionales y, además, grandes compañeros de viaje con los que llevo años trabajando. El equipo de cámara, producción, arte, estilismo y posproducción se volcaron sin reservas durante todo el proceso. Por no hablar del gran elenco y de la implicación de la coreógrafa y amiga Laura Marsal.

Si a todo esto le sumamos poder contar con Amàlia Sancho para interpretar a Lucía… pues imagínate. Amália no había bailado nunca antes, y cuando le propuse el papel no lo dudó ni un momento. Lucía no sería posible sin Amàlia. Es una gran actriz y para mí, fue mágico poder trabajar con ella.

La danza tiene un papel importante en la historia de Lucía. ¿Cómo utilizó la danza como símbolo o recurso narrativo para representar la lucha interna de Lucía?

La inclusión de la danza fue la clave absoluta en este aspecto. Concebir el corto como un “musical de baile” fue, a la vez, el reto y la solución a la representación visual de la depresión y de sus dolores asociados. Lucía intenta tirar adelante su vida cotidiana sin mirar atrás y sin reconocer o identificar lo que le pasa. Pero a través del baile, en momentos claves, mostramos su mundo interior y como la depresión la limita, pero también como ella se enfrenta a ella en diferentes etapas.

Cortometraje 'Danza, Lucía, Danza'
Cortometraje ‘Danza, Lucía, Danza’
Cedida

Uno de los objetivos del cortometraje es dar voz a las personas con depresión. ¿Qué impacto espera que tenga este proyecto en los espectadores, especialmente aquellos que conviven con la enfermedad?

Mucha gente llora cuando ve el corto. Llora de alegría y de tristeza a la vez. Lloran porque entienden lo que sienten los personajes. Lloran porque, incluso, puede que alguno de ellos o ellas haya vivido la depresión en carne propia o a través de un ser querido. Si este corto puede servir para que solo una de estas personas sepa que no está sola y que esto nos puede pasar a todos… pues simplemente con eso creo que ‘Danza, Lucía, Danza’ ya habrá cumplido su misión.

El cortometraje forma parte de las «Lucía Meetings» y se presenta junto a sesiones terapéuticas. ¿Qué le parece que su trabajo se integre en un contexto médico y terapéutico? ¿Cómo contribuye el arte a la salud mental?

Mi equipo y yo nos sentimos muy orgullosos de que, finalmente, incluso las sesiones se bautizaran con el nombre de la protagonista. Fue como cerrar el círculo. El objetivo inicial del corto, de hecho, era abrir las sesiones de alguna manera impactante y emotiva. Pero, al final, todo fue creciendo y, ese crecimiento, no solo no fagocitó las reuniones, sino que las dotó de un sentido y una ambientación para hacer lo que realmente estaba previsto, que era concienciar sobre la enfermedad y trabajar con profesionales médicos. El corto solo es un corto; o como a mí me gusta llamarla: la purpurina. Pero lo realmente importante, el auténtico trabajo, lo hacen los psiquiatras, psicólogos y los propios pacientes.

¿Cuál fue el mayor reto a nivel técnico o creativo al realizar «Danza, Lucía, Danza»?

Unir las escenas de baile y las dramáticas de una manera invisible al montaje. Asimismo, con Gemma Roges (la directora de fotografía), teníamos claro que debíamos crear siempre dos ambientes de luz y de tipología planos: unos para la realidad, y otros para el mundo interior de Lucía. Mención especial aquí para uno de los mejores cámaras con los que he tenido la suerte de trabajar jamás: el gran David Arasa, al que me llevaría a cualquier parte del mundo para rodar lo que haga falta y sin el que este proyecto se hubiera quedado solo sobre el papel.

Otro reto importante fue rodar todo el material en solo cuatro jornadas que, en realidad, acabaron siendo solo 3 jornadas y media. Tuvimos que planificar el rodaje a sabiendas de que no podíamos fallar en nada o se nos desmontaría todo como un castillo de naipes.

El cortometraje no solo está dirigido a personas con depresión, sino también a sus familias y amigos. ¿Qué enfoque adoptó para que la película también conectara con este público?

La idea es que, a lo largo del corto vamos con Lucía, claro está… para eso es la protagonista. Pero la historia no sería nada sin su hija, su hermano y la doctora. Esa fue la clave: aunque viajemos a lomos del punto de vista de alguien con depresión también entendemos el papel que juega cada personaje de su entorno. Así, mientras entiendes a Lucía, si has sido el hijo de alguien con depresión, te puedes reconocer en las palabras de Alicia y en su rabia por no entender que le pasa a su madre.

Cortometraje 'Danza, Lucía, Danza'
Cortometraje ‘Danza, Lucía, Danza’
Cedida

Finalmente, el cortometraje estará disponible online junto con recursos para pacientes y familiares. ¿Qué espera lograr con esta plataforma? ¿Cómo cree que el cortometraje puede impactar la vida de quienes lo vean?

La idea de alguien que escribe y dirige cine es, simplemente, explicar historias. Pero soy muy consciente que las historias no cambian el mundo. O vaya… yo así lo creo. Los que cambian el mundo en realidad son los pacientes, sus seres queridos, la comunidad científica y los profesionales médicos. En esta ocasión, la historia que hemos creado es solo la guinda del pastel. Algo que sirve para llamar la atención sobre la plataforma y contextualizar. Pero el trabajo de verdad empieza con todo lo que viene ahora. Y solo espero que el cortometraje sirva como combustible para que el cohete de la ciencia, y la humanidad de los pacientes, alce el vuelo. Eso, para mí, sería lo mejor que podría pasar.