El Dr. Óscar Marín, destacado profesor de Neurociencia en el King’s College de Londres, lidera el Departamento de Neurobiología del Desarrollo y dirige el Centro del Consejo Médico de Investigación (MRC) para los Trastornos del Neurodesarrollo. Su investigación se centra en comprender los mecanismos que guían el desarrollo de la corteza cerebral de mamíferos, especialmente las interneuronas corticales. Además de su enfoque en la plasticidad cerebral, dedica esfuerzos significativos a estudiar la función de genes relacionados con enfermedades del neurodesarrollo como el autismo y la esquizofrenia.
Con una formación académica sólida que incluye un doctorado en Neurociencia de la Universidad Complutense de Madrid y una experiencia postdoctoral en la Universidad de California en San Francisco, el Dr. Marín ha dejado una marca profunda en la comunidad científica. Su notable trayectoria incluye roles de liderazgo en el Consejo Europeo de Investigación y reconocimientos como el Premio al investigador joven europeo EURYI y el Premio Rey Jaime I de Investigación Básica.
P. ¿Qué mensaje ha querido lanzar con su ponencia?
R. He tratado de explicar de una manera, digamos, lo más sencilla posible, cuáles son los hitos principales en el desarrollo del cerebro humano. He querido incidir un poco en la idea de que, quizás, lo más característico de nuestro cerebro es que se desarrolla muy despacio. Al contrario de lo que ocurre en otras especies, el desarrollo del cerebro lleva muchos años, no son sólo los nueve meses dentro del otro de nuestra madre, sino todos esos años después de nuestra infancia, entre los años de la adolescencia, en el que todavía se están produciendo muchos cambios en nuestro cerebro. Y ese desarrollo está, de alguna manera, modelado por la información genética, que es, digamos, como los planos, la información que existe en la DNA que nos permite construir el cerebro. Y, por otro lado, por el ambiente en el que nos desarrollamos, tanto dentro del útero de nuestra madre como después cuando nacemos. Y nuestra relación, obviamente, con la familia social, el colegio, el entorno… Todo eso influye en cómo se va formando nuestro cerebro hasta que construimos esta máquina tan complicada que nos permite después funcionar en el mundo.
P. ¿Cuáles son las principales posibilidades que abre tener tanto dominio sobre el cerebro y tanto conocimiento nuevo sobre su funcionamiento?
El hecho de que cada vez sepamos más cómo se desarrolla el cerebro en condición normal nos ayuda a entender qué ocurre cuando se produce un trastorno del neurodesarrollo. Necesitamos saber cuál es el desarrollo normal del cerebro para poder entender en qué momento se producen desviaciones de esa trayectoria. En muchos casos, en trastornos del neurodesarrollo temprano, esto se debe a una variación en nuestro genoma, que de alguna manera hace que el cerebro se construya a una manera ligeramente diferente a lo que ocurre de forma más o menos habitual. Y eso, al final, termina influyendo en nuestro comportamiento. Podemos pensar que en los próximos años, lo que tenemos que ser capaces es de relacionar esa información genética, que cada vez sabemos más, con cómo se forma el cerebro y cómo eso influye en nuestro comportamiento. Esta información nos va a permitir desarrollar terapias que sean capaces de cambiar la vida de estas personas.
P. Ha asegurado que los grandes avances de la Ciencia en los próximos 30-50 años estarán relacionados con el cerebro. ¿Por qué esta afirmación?
R. Creo que no cabe ninguna duda de que el cerebro es la última frontera, no, de nuestro conocimiento. Quizá la frontera más importante. Entendernos a nosotros mismos y nuestro lugar en el mundo requiere entender cómo funciona nuestro cerebro. Creo que, finalmente, estamos llegando a un punto en el que empezamos a desarrollar suficientes metodologías como para poder entender cómo funciona, cómo se desarrolla el cerebro de una forma muy precisa. Por eso, en los próximos años creo que va a haber un cambio, una transformación muy importante en ese sentido.
P. Todo ello, en un contexto en el que las nuevas herramientas, como la IA, están ganando protagonismo
R. Exactamente. La IA, por lo que sabemos actualmente, nos va a ayudar a encontrar patrones, en los que nuestro cerebro es particularmente bueno pero nos puede llevar mucho más tiempo que si podemos utilizar una red artificial que tenga esa capacidad de aprendizaje. Hay muchos ejemplos de cómo la IA nos va a ayudar. A la hora de interpretar imagen cerebral, posibles trayectorias, modelar cómo se desarrolla el cerebro desde el punto de vista computacional… Este tipo de herramientas a las que antes no teníamos acceso nos permite manejar millones y millones de datos de forma simultánea y van a avanzar mucho nuestro conocimiento del cerebro.
P. Un año más, ha vuelto a España para participar en estas jornadas. ¿Cómo ha vivido esta edición?
R. Una fecha que siempre tengo marcada en el calendario, y a la que siempre acudo con mucha alegría. Primero, porque vuelvo a Madrid, que es mi ciudad. Segundo, porque creo que la Fundación Querer está haciendo un trabajo muy importante de acercar a la sociedad y a las familias los problemas de los trastornos de los desarrollos del cerebro. Es una forma de movilizarnos a todos para tratar de encontrar soluciones
P. Un mensaje que quiera dejar a modo de despedida
R. Solucionar problemas importantes, como los trastornos neurológicos, requiere un esfuerzo colectivo. De la sociedad civil, de la clase política, de los inversores, de los donantes privados… Desde aquí hago un llamamiento a todos para que, de alguna manera, continuemos trabajando para solucionar estos problemas a través de la investigación. Que es la única manera de encontrar una solución a este tipo de trastornos.