El Dr. Carlos Portera-Cailliau nació y se crió en Madrid. Pero pronto convirtió Estados Unidos en su segundo hogar. Allí, en San Diego, obtuvo una licenciatura en Bioquímica y Biología Celular en 1990. Después, asistió a la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y obtuvo un título de MD-PhD en 1997.
En 2005, se unió a la facultad de UCLA, donde lidera un laboratorio financiado por los NIH que investiga la base de circuitos de condiciones neurodesarrollales como el autismo y la discapacidad intelectual. Tiene nombramientos conjuntos en los Departamentos de Neurología y Neurobiología. Ahora, 27 años después, el laboratorio Portera-Cailliau se ha convertido en todo un referente en el mundo de la medicina. Allí, se investiga cómo los defectos del desarrollo en la conectividad de redes a nivel de la corteza cerebral conducen directamente a síntomas de autismo, discapacidad de aprendizaje y disfunción intelectual.
En particular, actualmente están estudiando la hipersensibilidad sensorial en un modelo de síndrome del cromosoma X frágil, mediante la combinación de imágenes de calcio de dos fotones in vivo, electrofisiología de patch-clamp y comportamiento fijado en la cabeza.
Carlos Portera Cailliau ha participado en las V Jornadas de Neurociencia y Educación de la Fundación Querer. Además, ha sido galardonado con el Hero Award, premio otorgado por la mencionada institución y que ya han recibido otros reputados profesionales de la Medicina como Rafael Yuste, Ávaro Pascual-Leone, Óscar Marín Parra, Antonio Martínez Bermejo, Wolfram Hinzen o Ángel Carracedo.
P. Por primera vez, ha viajado desde Estados Unidos para ser ponente de en las Jornadas Neurocientíficas y Educativas de Fundación Querer. ¿Qué mensaje ha querido lanzar a todos los asistentes?
R. He querido transmitir que estamos en un momento muy interesante y optimista para descubrir las diferencias que existen en los circuitos del cerebro en las enfermedades del neurodesarrollo. Estudio una enfermedad, en particular, que se llama el síndrome de X frágil, que tiene muchas similitudes con el autismo. Mi investigación consiste en utilizar comportamientos animales, en modelos animales, como el ratón, que se parecen mucho a los síntomas del autismo. Elegir un síntoma en particular, como por ejemplo la hipersensibilidad sensorial o un problema de discriminación perceptual, y hacer registros de la actividad de los los circuitos que llevan a cabo esos síntomas. Así, podemos descubrir las diferencias que existen entre un circuito de un animal control, normal, típico y en un cerebro de un modelo de autismo. Una vez que hemos descubierto las diferencias, podemos intervenir a nivel de los circuitos e, incluso, de las neuronas individuales para restablecer la función del circuito a uno igual que el circuito típico o normal, y descubrir si eso es suficiente para para mejorar o aliviar los síntomas del autismo. Y lo que hemos descubierto es que en este modelo, el del síndrome X Frágil, efectivamente podemos conseguir mejorar los síntomas
P. ¿Qué puertas abren este descubrimiento?
R. Hay muchas compañías farmacéuticas que están interesadas en desarrollar fármacos que pueden modificar la actividad de los circuitos de la misma manera que hemos descubierto en el laboratorio. Y con esas pastillas, hacer estudios clínicos en pacientes con autismo. Ya hay muchas compañías en Estados Unidos y en Europa que están interesadas. Yo creo que es cuestión de pocos años para que se inicien más y que tengamos resultados positivos.
P. Uno de los ponentes ha asegurado que los grandes descubrimientos en el ámbito de la ciencia de los próximos 50 años van a tener que ver con el cerebro. ¿Está de acuerdo con la afirmación?
R. En las últimas décadas, los retos, los desafíos de la investigación han sido para el cáncer, para las enfermedades cardiovasculares y, también, para enfermedades del sistema inmune. Todos esos avances ocurrieron décadas antes a nivel de modelos animales. Ahora mismo tenemos una armamentística increíble para tratar todas esas enfermedades. Sin embargo, el cerebro ha siempre sido el misterio. ¿Por qué? Porque es un órgano muy complicado. No se parece en nada a un riñón, a un páncreas, a un pulmón… Y, obviamente, eso ha tomado tiempo. Gracias a subvenciones de los gobiernos europeos, de Asia y de Estados Unidos, que se han centrado en invertir mucho dinero y en desarrollar técnicas para estudiar circuitos en el cerebro, ahora tenemos muchísimas herramientas que las que teníamos hace dos décadas. Y entonces, estamos haciendo descubrimientos a una velocidad vertiginosa. Por eso tengo mucho entusiasmo y optimismo.
P. Esta ponencia implica su vuelta a Madrid, su casa. Además, ha sido premiado con el Hero Award 2024. ¿Cómo ha vivido la experiencia?