La risperidona pertenece al grupo de los llamados fármacos antipsicóticos y se utiliza para tratar la esquizofrenia, la manía en trastornos bipolares, y también como tratamiento a corto plazo en personas que manifiesten agresiones persistentes debido a una demencia como el alzhéimer. También se puede emplear en niños y adolescentes, con trastornos de conducta derivados de una discapacidad.
El tratamiento con risperidona -uno de los nombres comerciales más conocidos es el risperdal, producido por Janssen- está indicado, en concreto, «en pacientes con trastornos del neurodesarrollo, como Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) u otros trastornos neurológicos que presentan una alteración conductual o agresividad que limita su calidad de vida y no es posible mejorar con intervenciones no farmacológicas», tal y como explica Eva Arias, neuropediatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
¿Para qué sirve?
La risperidona, afirma la neuropediatra, «puede ayudarnos a mejorar la conductas disrruptivas, desregulación emocional, disminuir la agresividad, ira, las autolesiones, movimiento excesivo, manías, comportamientos repetitivos como estereotipas y rituales, trastornos del sueño y puede mejorar la clínica de inatención».
Es una herramienta más junto con las terapias cognitivo-conductuales, terapia ocupacional o terapias de comunicación y habilidades sociales
Las alteraciones de conducta dificultan el proceso de adquisición de hitos madurativos, avance escolar o rendimiento y participación en intervenciones conductuales. Por tanto, su uso, cuando lo considere el neuropediatra o psiquiatra, junto con la familia, puede mejorar el rendimiento del paciente con discapacidad en la escuela, en las terapias, y «mejorar en el conjunto de todas las áreas del desarrollo psicomotor y personal».
El tratamiento farmacológico no es curativo, «es una herramienta más en el manejo de nuestros pacientes con trastornos del neurodesarrollo, junto con las terapias cognitivo-conductuales, terapia ocupacional, terapias de comunicación y habilidades sociales, integración sensorial…», afirma Arias.
¿Cómo y hasta cuándo se toma?
El fármaco se administra por vía oral, tanto en jarabe como en comprimidos, y se toma una o dos veces al día. Además, hay una presentación intramuscular pero su uso es limitado y en ámbito hospitalario. Según la ficha técnica del medicamento, se puede administrar en mayores de 5 años, aunque el médico, «siempre individualizando cada caso, podrá indicarlo antes de esta edad sí el paciente lo precisa por su situación clínica».
Es importante lograr la mínima dosis eficaz para evitar efectos adversos
El médico ajusta la medicación en función del peso y la edad de la persona y hace una subida de dosis progresiva: «Se empieza con una dosis mínima, que vamos escalando de forma progresiva para asegurar buena tolerancia, hasta alcanzar la dosis óptima para lograr funcionalidad».
«Cada paciente necesita una dosis y el tratamiento debe ser individualizado, vamos ajustando dosis según resultados y respuesta clínicas que vemos en consulta y nos cuentan padres y terapeutas. Es importante lograr la mínima dosis eficaz para evitar efectos adversos«, añade Arias. No obstante, «la duración del tratamiento dependerá del paciente y la evolución clínica. Si la evolución es positiva no es necesario mantenerlo siempre y se puede ir ajustando la dosis de la medicación o incluso retirar».
La importancia de la valoración médica
Antes de iniciar un tratamiento con risperidona, el médico debe realizar una valoración completa y un adecuado diagnóstico clínico del paciente con alteración conductual. Su uso se plantea en la práctica si «la alteración conductual es muy grave y causa disfunción. Por ejemplo, en pacientes con excesiva autoagresividad y heteroagresividad, que se generen situaciones de peligro, conductas escapistas… Es decir, que repercute en la calidad de vida de los niños y de los padres».
No obstante, subraya Arias, «el tratamiento farmacológico no trata la causa subyacente y suele ser una terapia que llamamos de ‘segundo escalón’. Es importante optimizar las terapias no farmacológicas junto con la medicación. El abordaje siempre debe ser multidisciplinar«, comenta la neuropediatra. La decisión de iniciar tratamiento farmacológico se basa en la experiencia del médico, la valoración individualizada en consulta y consenso con los familiares.
Los principales efectos adversos que existen son la somnolencia excesiva diurna y el aumento de peso
El médico, basándose en su experiencia, valorará si debe indicar este fármaco al paciente, teniendo en cuenta su clínica, individualizando cada caso y evaluando los pros y contras: «No es poner una medicación y ya está solucionado el problema, sino que va mucho más allá. Hay que hacer un diagnóstico diferencial de por qué está pasando esta conducta y ver que no haya otras causas médicas que estén causando este trastorno conductual».
¿Qué efectos secundarios tiene?
El médico debe tener en cuenta si el paciente toma otros medicamentos, ya que la risperidona puede interactuar con algunos fármacos del grupo de los antiepilépticos, antibióticos, ansiolíticos… y alargar o disminuir el efecto de estos fármacos. En estos casos, explica la neuropediatra, puede ser que «haya que ajustar las dosis o que haya alguna interacción que nos impida poner esa medicación».
Por otro lado, la risperidona no siempre se tolera bien y en cada paciente puede tener unos efectos tanto positivos como negativos. Los principales efectos adversos que existen son la somnolencia excesiva diurna y trastornos del sueño. Es frecuente el aumento de peso y aumento del apetito. «Hay que cuidar la alimentación, mantener una dieta saludable y evitar síndrome metabólico», aconseja Arias
Menos frecuentes, aunque también pueden aparecer, son síntomas de cefalea y trastornos del movimiento. Los efectos adversos ocurren sobre todo al inicio de la medicación o si se hace una escalada de dosis muy rápida. Asimismo, aconseja Arias, «hay que controlar con analíticas sanguíneas la prolactina, una hormona que puede aumentar con los fármacos antipsicóticos y puede dar clínica de aumento de glándulas mamarias».
La elección siempre es individualizada, si hay mala tolerancia a alguno de los fármacos podemos probar otra medicación
Consenso con las familias
La medicación es un tratamiento dirigido a unos síntomas concretos que pueden causar disfunción, y al mejorarlos pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes y familiares. «Antes de iniciarlos, debemos consensuar con la familia y aclarar expectativas. Explicamos posibles efectos positivos y adversos y planteamos el objetivo final de intentar mejorar la calidad de vida», comenta Arias.
Además de los fármacos antipsicóticos (entre los que se encuentra la risperidona), existen otros medicamentos que pueden ayudar a mejorar la conducta. Por ejemplo, medicamentos estimulantes, como el metilfenidato, más dirigido a síntomas de impulsividad e inatención; serotoninérgicos, guanfacina, clonidina… «La elección siempre es individualizada, si hay mala tolerancia a alguno de los fármacos podemos probar otra medicación para lograr el efecto más beneficioso», aclara la neuropediatra.
Por otro lado, muchas familias presentan miedos ante los tratamientos con fármacos antipsicóticos. Sobre todo, si se trata de niños, los padres, cuenta Arias, «preguntan si le va a cambiar mucho la personalidad o si va a tener excesiva somnolencia». No obstante, «los médicos siempre informamos tanto de los efectos beneficiosos como de los adversos y buscamos en conjunto el fármaco ideal para intentar lograr un control conductual adecuado con los menores efectos adversos posibles».