Aprender un nuevo idioma requiere del uso de amplias redes neuronales y puede representar una herramienta poderosa para reorganizar la neuroplasticidad cerebral. En este estudio analizamos cómo un programa de aprendizaje de una segunda lengua de 4 meses de duración (16 sesiones de 2 h) puede provocar cambios funcionales en el cerebro de personas mayores sanas. Una gran cantidad de estudios señalan una disminución de las habilidades cerebrales con la edad; aquí se analiza cómo la cognición junto con la organización funcional del cerebro se pueden mejorar más adelante en la vida. En el presente estudio se inscribieron veintiséis adultos de edad avanzada (59 a 79 años). Se administró un examen neuropsicológico completo antes y después de la intervención para medir los niveles de cognición global, la memoria a corto y largo plazo, la atención, el acceso al lenguaje y las funciones ejecutivas. Al final del programa, en el grupo de intervención, los resultados mostraron una mejora significativa en la cognición global junto con una mayor conectividad funcional en la circunvolución frontal inferior derecha (rIFG), la circunvolución frontal superior derecha (rSFG) y el lóbulo parietal superior izquierdo (lSPL). Estos hallazgos se pueden agregar a los avances neurobiológicos actuales de remodelación de las redes cerebrales con una breve práctica de aprendizaje de idiomas en sujetos ancianos sanos. Por lo tanto, aprender un idioma extranjero puede representar una intervención cognitiva potencialmente útil para promover un envejecimiento saludable.
Introducción
Las implicaciones económicas y sociales del envejecimiento patológico están aumentando drásticamente (Winblad et al., 2016). El envejecimiento es el principal factor de riesgo de las enfermedades neurodegenerativas y la demencia (Niccoli y Partridge, 2012; Alzheimer’s Disease International, 2018). En nuestra sociedad, el envejecimiento saludable es un objetivo a alcanzar para prevenir la demencia en proporciones epidémicas. Se deben investigar soluciones simples y asequibles para reducir los riesgos relacionados con el envejecimiento, tanto para el bienestar del individuo como de los cuidadores (Lwi et al., 2017). A lo largo de la vida, los factores del estilo de vida, como la educación, la hipertensión, la dieta y la depresión, representan variables modificables que impactan dramáticamente el riesgo de envejecimiento patológico (Granzotto y Zatta, 2011, 2014; Isopi et al., 2015; Martin Prince et al. , 2015; Davies, 2017; Frankish y Horton, 2017; Frisoni et al., 2017; Prince, 2017). Se ha demostrado que los adultos mayores pueden beneficiarse de intervenciones cognitivas y físicas (Greenwood y Parasuraman, 2003; Coffman et al., 2014; Ferrucci y Priori, 2014; Luber y Lisanby, 2014; Strenziok et al., 2014). Los entrenamientos cognitivos y aeróbicos surgieron como potentes moduladores del deterioro cognitivo (Kivipelto et al., 2013; Ngandu et al., 2015; Firth et al., 2018). Los aspectos clínicos se pueden supervisar y tratar con factores de estilo de vida como el ejercicio físico o la estimulación cognitiva. La estimulación social y los componentes nutricionales, junto con el aprendizaje de nuevas tareas cognitivas, incluso en etapas avanzadas de la vida, pueden hacer que la persona sea más autónoma en las rutinas diarias y menos dependiente de los cuidadores (Granzotto y Zatta, 2011, 2014; Hughes et al., 2012; Isopi et al., 2015; Tan et al., 2016).
La demencia tiene una etiología multifactorial (Iqbal y Grundke-Iqbal, 2010; Alkadhi y Eriksen, 2011). Estudios recientes demostraron cómo la reserva cognitiva y cerebral puede prevenir el envejecimiento cerebral perjudicial. Las actividades cognitivas a lo largo de la vida aumentan la adaptación del cerebro contra el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas, este proceso se conoce como reserva cognitiva (RC) (Schweizer et al., 2012).
Además, la evidencia indica que el bilingüismo temprano tiene efectos defensivos sobre nuestro cerebro envejecido (Iqbal y Grundke-Iqbal, 2010; Alkadhi y Eriksen, 2011; Boissy et al., 2011; Hughes et al., 2012; Schweizer et al., 2012). ; Abutalebi y Weekes, 2014; Isopi et al., 2015; Perani y Abutalebi, 2015; Bialystok et al., 2016; Perani et al., 2017). Sin embargo, todavía se debate si el aprendizaje del lenguaje en individuos monolingües mayores puede traer cambios neuroplásticos en el cerebro, ya que los adultos mayores bilingües de por vida muestran una mayor conectividad funcional en comparación con los individuos monolingües (Grundy et al., 2017), la investigación se centró en el reorganización de redes cerebrales distribuidas después de aprender un segundo idioma. Pocos estudios han examinado las diferencias en las experiencias lingüísticas en los adultos mayores, especialmente de una experiencia de aprendizaje de idiomas más adelante en la vida (Grady et al., 2015).
Trabajos recientes de Grundy et al. (2017), Anderson et al. (2018), DeLuca et al., 2019 y Rosselli et al. (2019) analizaron los efectos de las modificaciones cognitivas y cerebrales del bilingüismo en adultos jóvenes y ancianos.
Aprender un idioma extranjero podría mejorar la plasticidad cognitiva, ya que esta tarea de aprendizaje requiere el reclutamiento de redes neuronales extensas y estimula diferentes habilidades cognitivas como la memoria de trabajo, el razonamiento inductivo, la discriminación de sonido, la segmentación del habla, el cambio de tareas, el aprendizaje de reglas y la memoria semántica (Ware et al., 2017).
Por lo tanto, las pruebas mostraron que aprender un segundo idioma durante la edad adulta puede ejercer efectos neuroprotectores, promover el fortalecimiento de las redes cerebrales y mejorar la reserva cognitiva (Stern, 2001). Dado que todavía faltan herramientas farmacológicas con una eficacia a largo plazo para prevenir o retrasar la demencia (Extance, 2010; Collis y Waterfield, 2015; Selkoe y Hardy, 2016), se deben mejorar las soluciones no farmacológicas simples y asequibles para entrenar a nuestro cerebro antes de la condición neurodegenerativa.
Muchos estudios han investigado los efectos neuroprotectores del bilingüismo en diferentes entornos (Gold et al., 2013; Green y Abutalebi, 2013; Gold, 2015; Houtzager et al., 2017), sin embargo, todavía se desconoce en gran medida si un aprendizaje tardío es eficaz en individuos sanos ancianos monolingües. Además, los cambios funcionales y estructurales que ocurren en el cerebro y que sustentan el efecto protector del bilingüismo solo se han investigado parcialmente.
Para llenar el vacío sobre los efectos del aprendizaje tardío de una segunda lengua en la conectividad cerebral, las pruebas se referían al efecto de una intervención de 4 meses centrada en el aprendizaje de una segunda lengua.
La estimulación de las habilidades del lenguaje puede estimular indirectamente diferentes habilidades cognitivas (Kowoll et al., 2016; Schroeder y Marian, 2017) e indirectamente, eventualmente contrarrestar el envejecimiento cerebral perjudicial que impulsa las habilidades cognitivas. Se realizó un estudio de intervención controlado, en el que 14 adultos sanos de habla italiana fueron sometidos a un curso de inglés de 4 meses. Los objetivos del estudio fueron los efectos sobre el estado cognitivo, que se evaluaron con una batería neuropsicológica integral y la conectividad funcional cerebral, que se midió mediante imágenes de resonancia magnética funcional en estado de reposo (rs-fMRI). Los sujetos se sometieron a rs-fMRI y evaluación neuropsicológica antes y después del curso de idiomas; los resultados se compararon con los de un grupo de control de ancianos monolingües de habla italiana que no cambiaron sus hábitos diarios durante el período de estudio.
Si quieres seguir leyendo el artículo original de Frontiers in Neuroscience, puedes hacerlo aquí