Nora María Sanz Muñoz, fisioterapeuta neurorehabilitador.
Texto: Antonio Herraz.
Foto: Javier Pozo
Artículo publicado en la Tribuna de Guadalajara


Irati y Saioa son mellizas.
Cuando llegaron a Guadalajara eran dos niñas preciosas de tres años con los cabellos de oro. Tan iguales y, a la vez, tan diferentes. Irati se había desarrollado como cualquier pequeña de su edad y a Saioa le habían diagnosticado una parálisis cerebral que le impedía caminar y reducía al mínimo su movilidad. El pronóstico médico no era muy alentador. Con ese oscuro horizonte,los padres de estas dos hermanas vascas acudieron a Nipace, un incipiente proyecto que acababa de abrir su primer centro en la capital alcarreña. Era
el año 2007 y, al poco tiempo tiempo, Nora Sanz (Guadalajara, 1974) se incorporó a la plantilla de esta fundación que atiende a niños y jóvenes con parálisis cerebral y trastornos neuromotores. «Recuerdo a Saioa apoyada junto a un gran espejo. Se había realizado un gran trabajo previo y cuando la pedí que diera un paso, lo dio. El segundo
costó, pero también lo consiguió. Para mí fue una gran sorpresa». Saioa podía caminar y era la primera vez que Nora comprobaba con sus propios ojos un resultado tan emocionante. Desde entonces, ha sido testigo y artífice directo de avances muy significativos en la movilidad de cientos de niños.
Esos primeros pasos son la señal que más desean los padres de niños con parálisis.
De hecho, la pregunta que más repiten cuando llegan a Nipace es si su hijo va poder caminar y cuánto tiempo va a tardar en hacerlo. Muchos acuden a la fundación después de recibir un diagnóstico irreversible y con una valoración con muy pocas expectativas de cambio. «No se trata de enmendar ningún dictamen médico, pero sí de explicar a las familias que el cerebro es algo plástico y que nadie es capaz de asegurarnos hasta dónde podemos llegar». En Nipace se multiplican los ejemplos de niños que han dado un vuelco completo a un diagnóstico en el que se les abocaba a la nada.
Nora estudió Fisioterapia en la Universidad de Alcalá. Al poco tiempo de acabar la carrera trabajó en una clínica en Azuqueca y se introdujo
introdujo en el mundo del deporte como fisio del Club Baloncesto Guadalajara. «Fue una etapa muy divertida de la que guardo buenos recuerdos y muchos amigos». Durante cinco años, ejerció en el colegio de educación especial Virgen del Amparo, donde descubrió
el interés por la neuropediatría. «Cuando me llamaron de Nipace tenía claro que allí estaba mi sitio. Por la seriedad del proyecto y por la pasión con la que te lo contaban Ramón Rebollo y Raquel de los Santos», los artífices de que la fundación sea hoy en día un referente nacional. A pesar de la pandemia, siguen atendiendo a un centenar de niños cada semana en unas condiciones mucho más difíciles. Tienen que extremar las medidas de prevención, multiplicando los costes por los elevados precios que han alcanzado los
equipos de protección. «Hay menos recursos, todo se encarece y los pequeños tienen que seguir recibiendo sus terapias». Me cuenta Nora que durante esta crisis ha sido clave el apoyo de la Diputación provincial de Guadalajara y el compromiso anónimo de los ciudadanos. Como opción para colaborar está el Vermú Solidario Home Edition, una original alternativa al vermú de ferias que se tuvo que suspender por razones evidentes. Toda ayuda suma.
El trabajo de Nipace requiere de una formación permanente. Entre otras cuestiones, Nora es especialista en fisioterapia respiratoria y ha ido acoplando sus conocimientos a los modernos aparatos de los que dispone la fundación: el robot Lokomat y el robot Ekso esqueleto, pioneros en España. Además, entiende la terapia que realizan como algo que supera la posibilidad de que puedan caminar. «Mi empeño es que consigamos la mayor
socialización posible. Nos han enseñado que son personas que nos tienen que dar pena y ahí está el error. Son normales y hay que prepararlos socialmente para cuando se relacionen
con el resto». A Nora su trabajo le llena por completo. «Es algo adictivo. No sé lo que es encontrar oro, pero esto lo supera». En Nipace, el oro está dentro de Nora y del resto del equipo, niños y familias incluidas.

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