Pilar García de la Granja
Paco conoció a Pepe con cinco años. Supo de su enfermedad rara neurológica, supo de sus necesidades y supo que no tenía cura. Paco entonces llevaba 42 años trabajando en Telefónica. Había empezado como tantos en la operadora de aprendiz, sin estudios.
Y trabajando en Telefónica se sacó la carrera de Ingeniero de telecomunicaciones. Se casó con Covi y tuvo dos hijos. Toda su vida solo trabajó en una empresa: Telefónica. Allí hizo de todo. Tenía una cabeza especialmente diseñada para ser un perfecto matemático. Por eso Paco, Francisco Fernández Fernández era controler. Odiaba las calculadoras y odiaba el descontrol. Cuando le conocí le apodé Paco “manguitos”, era la viva estampa de los antiguos contables superdotados. Lo fue.
En el año 2017, tras 52 años en Telefónica, el empleado que más años ha trabajado nunca en la operadora, Paco se jubiló.
Paco conoció a Pepe en 2016. Y siempre quiso ayudarle. Cuando pensamos en montar la Fundación Querer un año después recurrimos a Paco para que fuera el controller. Tenía 72 años y sin pensarlo me dijo que sí. Pocos hombres tan trabajadores, tan comprometidos y tan humanos como Paco. Jamás cobró un euro. Le dedicaba todo el tiempo del mundo “no te preocupes Pilar, la fundación me ayuda a mantener la cabeza funcionando”. Paco controlaba los ingresos y los gastos hasta en los céntimos.
En septiembre del 2019 a Paco le empezaron a fallar los miembros superiores, la motricidad fina. Fue al neurólogo. Le diagnosticaron poco después una variante de ELA. El horrible ELA. Y Paco decidió luchar. Nunca habló de su enfermedad, hasta el año 2022 cuando ya la silla de ruedas y el oxígeno fueron sustituidos por la cama, venía todas las semanas a la Fundación varias veces. Traía el ordenador con todos sus apuntes contables, daba “clases” a los contables externos e incluso a los auditores. Era único.
Paco murió ayer, martes 25 de marzo del 2025 tras luchar contra la enfermedad como un jabato. Hasta la semana pasada quería controlar las remesas de los socios de la fundación. No podía comer, no podía respirar, por supuesto no podía moverse pero era tal la fuerza de agarrarse a la vida y a sus “responsabilidades” asumidas voluntariamente que no entendía no controlar las remesas.
Pilar, “¿tú crees que después de encontrar neurólogos que curen a los niños de la fundación, habrá alguno que sepa de lo mío?”, me preguntó una vez. ¿Qué es lo tuyo Paco?, le pregunté. “Es algo neurológico como Pepe”.
No lo pude encontrar, aunque desde la Fundación intentamos hacer lo imposible, lo que está en nuestras manos por encontrar a esos héroes, investigadores, médicos, científicos que nos ayuden a entender cómo funciona el sistema nervioso central y el cerebro. Y sobre todo cómo curar. El Congreso de los Diputados aprobó la ley ELA hace seis meses. La ley sigue sin financiación. No encuentran 200 millones de euros para ayudar a 5.000 pacientes que cada año son diagnosticados de ELA. No tienen vergüenza.
Se ha ido Paco, el héroe de la Fundación Querer y Pepe, mi hijo sabe que tiene un ejemplo de luchador incansable, de persona honrada, humilde, de palabra en quien mirarse.
A Covi, a sus hijos y a sus nietos jamás podremos agradecerles lo suficiente habernos prestado al voluntario Paco, la columna vertebral de la Fundación Querer. Descanse en Paz.