– Es inútil intentarlo, no puedo creer lo imposible.- Dijo Alicia – Debo decir que no has tenido mucha práctica. Cuando yo tenía tu edad, siempre lo hacía media hora por días. A veces he llegado a creer hasta seis cosas imposibles antes del desayuno. Lewis Carrol. “Alicia en el País de las Maravillas”
Antes de nada, me gustaría empezar por el final. Aunque el post se publique en el blog “Expertos en Educación” yo no soy ninguna experta (ya me gustaría a mí) sino una apasionada de la educación y aprendiz incondicional de todos mis alumnos. Ellos son mis maestros y a ellos dedico esta entrada.
Estudié Magisterio de rebote y acabé enamorándome de la profesión. Ser maestra para mí es una metáfora del sherpa, que acompaña a los montañeros en la dura subida a la cima sin esperar protagonismo alguno. Ser “la profe” de alumnos que presentan mayores dificultades que otros para acceder a los aprendizajes es más que un mero trabajo, es una firme creencia en la igualdad de oportunidades y el potencial que veo en cada uno de ellos. Por eso, no es una labor fácil ni para todo el mundo, pues si no vas a dar lo mejor de ti, dedícate a otra cosa. No se juega con el futuro de un niño.
A lo largo de estos años he ido aprendiendo cosas fascinantes, algunas en la carrera claro, pero otras muchas las descubrí al investigar, al acudir a ponencias de gente que está en la vanguardia de la innovación y no cansándome nunca de ser curiosa. Quiero escribir hoy varias que han supuesto un cambio de mentalidad en mi trabajo, una forma de ver cómo todo está relacionado y lo que aún me queda por mejorar.
1. Nadie nace sabiendo, y aunque dediques toda tu vida al estudio, nunca podrás saberlo todo.
Como docentes, la formación continua sobre el mundo que nos rodea y que por consiguiente afecta a nuestros alumnos, nos hará crecer como profesionales. Investigar y mantener un espíritu curioso nos da una mayor perspectiva sobre los procesos de aprendizaje. Igualmente importante es rodearse de profesionales que aporten nuevas visiones y conocimientos. Todo está relacionado, el aprendizaje nunca es aislado ni fragmentado, aunque el sistema educativo nos insista en dividir por asignaturas, la vida real no es así.
Trabajar de forma coordinada y cooperativa abre un abanico de posibilidades donde todos, principalmente el alumno, salimos ganando. No podría entender otra forma de trabajar que no fuera mano a mano con la Terapeuta Ocupacional, la logopeda, la neuropsicóloga, el profe de Educación Física, mi Profe de Apoyo o nuestra estupenda limpiadora del cole Marisa, por poner algunos ejemplos. No solo en este centro, sino en todos los que he tenido la oportunidad de trabajar. Todos me enseñaron y siguen aportándome cosas que yo desconocía y es por ello que mis clases pueden evolucionar y mejorar día a día. La experiencia no lo es todo en esta vida y la humildad, una virtud.
2. Buscar en cada uno de nuestros alumnos lo que Ken Robinson llama el Elemento: “cuando nos
apasiona lo que hacemos y además tenemos la preparación adecuada para hacerlo bien, estamos en nuestro Elemento”.
A todos los alumnos se les da algo especialmente bien, que además suele coincidir con sus intereses y motivaciones. Descubrirlo y potenciarlo es clave para el sentido de la identidad, por lo que todo docente debe ayudar a encontrarlo propiciando ambientes multidisciplinares y atendiendo bien a la forma en la que el alumno se relaciona con su entorno.
3. Enseñar a pensar es educar para relacionar. Toda situación es susceptible de ser un momento
potencial de aprendizaje.
No necesitamos estar sentados frente una mesa y un papel. La vida diaria nos da la fantástica posibilidad de aprender de forma significativa. Jugar al veo-veo mientras vamos paseando por la calle es una buena forma de trabajar la evocación de vocabulario, se puede aprender fracciones a base de pizza y las funciones ejecutivas en una clase de teatro.
4. En palabras de Tomas Alva Edison “el genio es 1% inspiración y 99% transpiración
La pasión es importante, pero sin esfuerzo no fructifica. La cultura del esfuerzo es algo de lo que se sigue debatiendo hoy en día desde el paradigma de la educación. Algunos señalan que aprender es un placer y estudiar es un mal obligado inconmensurable mientras otros hacen suya la canción de Scorpions con la afirmación “no pain, no gain”. La realidad es que debe existir un equilibrio entre el buenismo educativo y la inquisición escolar. Se puede aprender con/sin esfuerzo en entornos lúdicos pero necesitamos también poner en valor la importancia de la responsabilidad propia frente al estudio, aunque no apetezca. Debemos dedicar tiempo y esfuerzo para profundizar en el conocimiento y llegar a realizar nuestras propias conexiones.
5. El error es parte del aprendizaje. Equivocarse no debe ser nunca punitivo en un aula.
Los niños cuando no saben, prueban. En ese probar descubren y en el descubrimiento aprenden. Estigmatizar los errores solo fomenta miedo a participar y a no estar a la altura de los demás. En cambio, usar palabras que inviten a la acción de forma positiva: “Lo estás haciendo muy bien, ahora vamos a intentarlo de otra manera” repercutirá en ese alumno más allá de la autoestima, ya que sabemos que, a nivel cerebral, se producen cambios radicalmente diferentes cuando una persona se siente insegura o por el contrario incentivada y valorada. Numerosas investigaciones a lo largo de los años, han descubierto que el miedo, las altas exigencias o incluso la motivación exagerada que se convierte en presión, estimula la segregación de la hormona cortisol que bloquea el funcionamiento cerebral.
6. Hace un tiempo vi una charla de Daniel Pink en TED llamada La sorprendente ciencia de la
motivación, de habla sobre el efecto de los motivadores y la importancia dentro de las empresas o la economía. En ella se exponía el experimento The candle problem traducido a El problema de la vela, realizado en 1945 por el psicólogo Karl Duncker para poder estudiar la capacidad de una persona para resolver problemas. Aunque la ponencia se refiera al mundo empresarial, es una realidad fácilmente extrapolable al mundo educativo. En este experimento se vio que el grupo al que se le ofrecieron incentivos tardó de promedio tres minutos y medio más en resolver el problema de la vela. Los incentivos, los motivadores condicionales, creados para agudizar el ingenio e incentivar la creatividad fue perjudicial, entorpeció la mente y la capacidad creativa. Daniel Pink incide en que el resultado del experimento no es fruto de la casualidad, sino que ha sido repetido infinidad de veces a lo largo de casi cuarenta años con iguales resultados. Más tarde, Glucksberg hizo otro experimento similar y demostró que las recompensas condicionadas funcionan muy bien para tareas donde hay un conjunto simple de reglas y un destino claro al cual llegar.
Las recompensas estrechan nuestra visión, concentran el pensamiento y restringen las posibilidades, de forma que actividades mecánicas funcionan muy bien, pero para tareas creativas donde necesitamos ver con mayor perspectiva sin focalizaciones no sólo no sirven, sino que perjudican. El sistema educativo está construido alrededor de motivadores extrínsecos, usando recompensas y castigos (aprobados-suspensos por ejemplo). Esto está bien para muchas tareas, pero para la amplia mayoría de ellas este enfoque mecanicista no funciona y muchas veces resulta perjudicial. Entonces la pregunta es ¿cómo podemos motivar a los alumnos? La respuesta ha sido igualmente estudiada: Motivadores intrínsecos versus motivadores extrínsecos. Hemos visto que los motivadores extrínsecos funcionan, pero sólo en muy pocas y específicas circunstancias. Las recompensas condicionales a menudo destruyen la creatividad, es decir, que existe una evidente discordancia entre lo que la ciencia dice y lo que se hace en el entorno educativo. La actividad educativa debe estar enfocada sobre la motivación intrínseca. El secreto del alto desempeño no está en las recompensas y los castigos, sino en la fuerza intrínseca invisible. Sobre la motivación y los deseos de hacer cosas porque realmente importan, porque nos gustan, porque son interesantes, porque son parte de algo importante.
7. Prestar atención a la respiración en el aula. Cuando una persona se tensa y comienza a respirar
de forma acelerada “contagia” de forma inconsciente a las personas que tiene a su alrededor, de forma que a éstas también se les acelera y se ponen tensas. Este fenómeno se conoce como resonancia límbica y reconoce la importancia de la respiración no sólo para reducir la propia ansiedad, sino la de los que están alrededor. Es por ello, que programas de Mindfulness como los de Eline Snel han dado tan buenos resultados en las escuelas.
8. El tono de voz. Sí, como docentes, nuestro tono de voz importa. Nuestro hemisferio cerebral
derecho reconoce el tono de voz de una persona a una velocidad muy superior a la que el hemisferio izquierdo registra el significado de las palabras. Además, el hemisferio derecho ocupa un lugar primordial en el desencadenamiento de las emociones. Es por ello que el tono de voz a menudo resulte más impactante sobre el alumno que el propio contenido de las palabras. Usar un tono de voz adecuado en cada momento resulta decisivo para provocar una u otra respuesta emocional, y por lo tanto, influye en la predisposición que condicionemos en el niño.
9. En una clase no es recomendable el silencio total. El cerebro responde a estímulos físicos.
corporales, de forma que el movimiento ayuda a la retención. Hemos de tener en cuenta que nuestros alumnos en clase están reprimiendo sus impulsos de actividad, por ello, si se mantiene una clase a un ritmo monótono, se generan pocos estímulos. Cuando estamos cansados, realizar una actividad nos da energía. Las actividades que requieren movimiento son adecuadas para esto y un buen ejemplo a usar pueden ser circuitos de estimulación vestibular o bien estructuras de señales visuales de Kagan: Take off-Touch down para mostrar conformidad o disconformidad, Raise hand-Fully on teacher-Signal others para la gestión del silencio, Over my head para indicar que no se entiende bien la explicación o Slow down para que el profesor vaya más despacio.
10. Los aprendizajes multisensoriales son más efectivos y significativos en los alumnos. Cuando
usamos varios canales de entrada de información (propioceptiva, visual, auditiva…) damos a los alumnos mayores oportunidades de relacionar lo que pretendemos que aprendan. De ello hablaba Jesús C. Guillén en un encuentro llamado ¿Para qué educamos? disponible en la red y que recomiendo encarecidamente ver: “En el aprendizaje de la lectura, se ha visto que los pequeños aprenden a leer mejor no solo cuando ven las palabras o cuando las escuchan, sino cuando hacen el gesto de las letras. Se activa una región de la corteza motora, ya sea en chino mandarín, en francés, en cualquier idioma vinculado al desarrollo de esta ruta fonológica. Y es que es así como aprende el cerebro. Un cerebro multisensorial”. Cada vez más centros educativos y profesores tienen en cuenta cómo aprende el cerebro a la hora de diseñar sus clases, porque la educación siempre debe ir de la mano de la ciencia. En el Cole de Celia y Pepe trabajamos con Métodos pioneros en España, muy desarrollados en EEUU con muy buenos resultados. En un mundo en constante evolución, no se justifica una educación anacrónica.
Finalizo por el principio. Creámonos lo imposible. Hagamos que nuestros alumnos y familias crean en lo imposible. Transformemos entre todos la educación que realmente merecemos.
Elisa Peinado.
Profesora del Cole de Celia y Pepe. Especialista en Audición y Lenguaje.